Situado en el centro histórico de Tarragona al lado de la catedral –que bien merece una visita para hacer hambre o para bajar la comida-. Decoración y montaje impecable, muy moderno y muy cómodo, vajilla y cristalería perfectas. Servicio atento y muy profesional, a la cabeza Quintín que es un gran aficionado al vino y eso se nota en su carta de vinos ya que tiene una magnífica selección a unos precios muy ajustados –o sea un placer para el aficionado al vino-. La comida corre a cargo de Ana, cocina creativa pero sin estridencias, puntos de cocción perfectos y la calidad de la materia prima inmejorable, deliciosa brandada de bacalao con helado de ajo-blanco, pulpo con pimentón, papa y yema de huevo, arroz con sepionets, rodaballo con morro y setas, apio-piña-limón, maracuyá-melón-piña, etc todo buenísimo y muy bien presentado. Precio ajustado y carta de vinos excelente aunque yo os recomiendo dejaros aconsejar por Quintin que siempre guarda un as en la manga y no dejéis de maridar el postre con los vinos que os recomiende él. Restaurante no fumadores, gracias a dios.
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