Restaurante Valen&Cia en Valencia
Restaurante Valen&Cia
País:
España
Provincia:
Localidad:
Dirección:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
22,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Cierra:
No cierra
Nota de cata PRECIO MEDIO:
32 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
6.4
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
5.3
Comida COMIDA
7.0
Precio medio entorno ENTORNO
6.9
RCP CALIDAD-PRECIO
6.3
Opiniones de Valen&Cia
OPINIONES
18

Un local con decoración diferente más cercana a un gastrobar pero con platos más de restaurante. Si además recuerdas lo que había antes, el cambio es aún más radical. Un ambiente que consigue ser agradable, desenfadado y que tiene éxito porque está lleno, lleno. Tanto es así que a veces puedes comer en mesa corrida separado sólo por unas botellas, lo cual no es de mi agrado. Afortunadamente los tres estuvimos en una agradable mesa con silloncitos con brazos que te hacen estar cómodo y algo aislados del ir y venir de camareras voluntariosas y alguna inexperta pero que suplen con esfuerzo sus pocas horas de vuelo, sobre todo por estar todo lleno.

Aquí es todo informal, la decoración, diferentes sillas, mesas de madera sin mantel. tamaños diferentes, almohadones o no. La carta de comidas es un periódico desplegable donde a veces cuesta situarte en lo que lees, con una suficiente variedad de entrantes, arroces, principales y postres.
La carta de vinos merece un comentario aparte no por los vinos que hay suficientes, no por los precios que son aceptables, sino por el continente que es ni más ni menos que un tablón de unos 80 x 40 cm, con su buen peso que más de un estropicio de copas de la mesa va a causar; pero no se te olvidará.

Un pan muy recomendable, recien hecho y ya si lo acompañas de un buen AOVE como lo fue Camino de Anibal con agradable punto final amargo y ligeros picantes, hacen agradable la espera de los 20 minutos de cocción del arroz pedido.

A lo que íbamos: la comida para tres. Sin aperitivo de la casa ni petits fours para los cafés, ni chupitos, ni ningún extra; todo de pago.
Entrantes al centro: El Potito, una especialidad de la casa; en un tarro tipo mermelada con cierre de goma a presión, lleva en su interior una ración amplia de huevo casero (no se muy bien que quiere decir lo de casero), cocinado a baja temperatura (ya no existe otra forma de cocinar el huevo), sobre una base de patata que le faltaba un ratito más de cocción, trufada y con crujiente de jamón que le sobraba un poco de tiempo en el fuego.
Langostinos en tempura, muy buenos, con buena presentación y rebozado, con una salsa roja dulce más bien prescindible.
Una deconstrucción de croqueta servida en un vasito: croqueta líquida de rabo de toro. Buen planteamiento y aceptable resolución; un poco más de sabor de rabo de toro hubiera sido de agradecer, aunque el conjunto no está nada mal.

De principal y servido en caldero de hierro: arroz de pato (que no de fesols y naps por tanto sin nabo, alubias, morcilla, etc). Generosa ración, bueno de sabor, buenas alcachofas que mantiene su sabor y textura a pesar de la cocción (debieron ser puestas muy al final), bueno pero escaso pato. Como siempre el tercer cazo mejor que el primero. Buena recomendación si vas con hambre.

Los postres muy sugerentes todos, pero nos quedamos con dos a compartir: coulant de chocolate muy bien presentado, perfectas las texturas y buena ración acompañada de bola de helado para compensar el calor del chocolate fundido.
Cheesecake con sorbete de frutos rojos muy correcto.
Unos buenos cafés para terminar, sin más complementos.

En el apartado líquido empezamos con dos cervezas de barril y un fino La Ina que era lo único de los 3 anunciados. Para la comida optamos por un Predicador 2011 (28 €) que hizo buenas nuestras oraciones. Se dió a catar simplemente y botella en la mesa para autoservicio.

Según referencias que me dan, los fines de semana tienen lista de espera. Hoy estaba lleno y con predominio de gente más bien joven. Buena señal.
Me comentan que la media de precio suele ser algo menos, pero no encontramos el por qué.

Hay que reservar con bastante antelación porque suele estar lleno.
A pesar del llenazo el servicio destaca por su rapidez entre platos y con la bebida.
La decoración del antiguo Albacar ha sido un éxito.Unas ideas brillantes de Valentin lo han transformado en un local moderno pero muy acogedor.
Los clientes no se sienten agobiados por el resto, tal es la habilidad del decorador .
Fuimos 10 personas. Recomendaciones cometidas del maitre porque las raciones son generosas .
Carta bastante original (platos de cuchara incluidos )en donde puedes degustar otras cosas que en los típicos y abundantes "Sota, caballo y rey" que tanto se prodigan .
Carta de vinos muy bien estructurada conteniendo algunos que no abundando por ahí tienen buen precio y mejor calidad.
Todos salimos contentos (y alguno era irracionalmente exigente).
Es un restaurante de referencia en la actualidad, que ha dado un salto más allá de los gastrobares.

Nos habían hablado del restaurante y la verdad nos esperábamos algo mejor tanto en la decoración que aunque nos gustó tenía en nuestra opinión algunos detalles de poco gusto, como en la comida que nos pareció muy aceitosa. El servicio regular, les costaba sonreir y retiraban los platos sin haber acabado.
En resumen un restaurante para ir una vez pero no volver

Fuimos a probar esta nuevo restaurante conociamos a Valentin en su anterior etapa , nos encanto el local y su filosofia , innovador , ingenioso , muy bien y sobre todo exportable , aquel dia habia un grupo de japoneses.
Las tellinas estaban riquisimas , el crujiente de foie , la carne , en fin todo sin ningun pero.
Por lo tanto dar la enhorabuena a Valentin y su mujer , el sitio merece la pena , han hecho una apuesta extraordinaria y merecen tener exito.
La cuenta fue correcta teniendo en cuenta el sitio , la calidad de producto , el servicio-
Merecio la pena

En el local que ocupaba el antiguo Albacar, con una ubicación inmejorable pues se encuentra en plena C/Sorní (de las calles que más me gustan de Valencia) ha abierto hace pocos meses sus puertas este restaurante fashion total como avanzamos en el título.

Una decoración rompedora, con mucho gusto. La máxima expresión del eclecticismo. Mezcla distintos estilos de mesas, sillas, vajillas, cuberterías… logrando sin embargo una sensación de unidad. Sorprendente y audaz.

La disposición de las mesas, al uso europeo, carece un poco de intimidad pues en tu misma mesa te pueden colocar a varias personas, aunque bien es cierto que también disponen de un par de mesas para parejas.

En general es algo incómodo por lo abigarrado, por la posibilidad de que te coloquen a alguien al lado, por la distancia entre comensales y por las sillas. Pero, eso sí, mucho buen rollo en la atmósfera.

Ambiente… de lo más trendy de la ciudad, con heterogeneidad de edades, aunque mayoritariamente comprendidas en la franja de 25 a 35 años.

La carta es muy original, tanto en su presentación (todo en un gran cartón por una sola cara) como en su contenido. Cocina internacional, desenfadada y moderna. Lo que ahora se estila, un poco de todo y mucho de nada.

Pedimos, al centro:

Sashimi de pez mantequilla. El propio pescado estaba delicioso, pero además llevaba un aderezo de trufa que le otorgaba un puntillo muy agradable.

Ceviche de langostinos y aguacate. Está de moda el ceviche. En este caso le faltaba punch. Más lima, más ají y más cilantro.

Tartar de atún rojo, higo, aguacate con crujiente de alga y mayonesa de wasabi. Bien concebido este plato, pero el atún estaba pastosillo, la textura no era la adecuada. Me dio un poco de repelús.

Sartén de patatas con torta del Casar y huevos de caserío trufados. Excelentes huevos, correctas patatas, bien la trufa… y a mi gusto sobraba la torta del casar, le confería pesadez privándole de jugosidad.

Trío de figatells: Cordero al curry, Vacuno con mostaza y Güeña con morcilla. Ricos los tres, en especial el de güeña, con ese saborcillo de hígado…

Las sensaciones gastronómicas fueron correctas sin más, con algún plato que sobresalía para bien, otro para mal, y alguno sobrecargado innecesariamente. Pero agradable y desenfadado.

Graciosa carta de vinos, gigante de tamaño y nutrida de referencias. Copas discretas. Tomamos una botellita de Tamtum
Ergo Pinot Noir Brut Nature
tratado sin mimos especiales.

El servicio, joven y cool, me sorprendió para bien. Manejaron los tiempos perfectamente pese a tener el local abarrotado. Funciona la maquinaria: tienen las piezas suficientes, están engrasadas y actúan acompasadas.

Bueno, pues no creo que vuelva, ya lo conozco y hay mucha oferta en la ciudad. Pero no lo desaconsejo, salí moderadamente satisfecho… y el local es “pa verlo”.

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P.D.: califico con un "muy bien" al entorno (8,5) por la comentada decoración, nos encantó, y por la rapidez del servicio... Y pese a las incomodidades antes relatadas.

Situado en el antiguo Rte. Albacar, la primera impresión nada más entrar fué sorprendentemente agradable. La decoración, el nuevo ambiente industrial años 30/50 está muy conseguido. Las piezas de decoración, sofás, mesas y demás artilugios decorativos son modernos con un toque retro que lo hace interesante y a la vez un lugar donde desconectar y disfrutar.

La cristalería y cubertería son increiblemente arriesgados: piezas antiguas, cubertería de plata vieja y piezas de anticuario, lo hacen una delicia sorprendente.

En cuanto al servicio, a pesar de que fué para nosotros correcto, le falta sin duda algo de profesionalidad. Son chicas jóvenes, con empuje y nuestra camarera, una tal Ana, fué un encanto auténtico, pero de fondo si que podía escucharse alguna que otra queja. Nada que no sea superable.

En cuanto a la comida. ¿Qué decir? Pedimos dos entrantes, un arroz y dos postres para compartir. Tenían multiples sugerencias fuera de carta, todas con muy buena pinta.

El paté de berenjena especiado, con las chips de yuca es un punto sorprendente. Con una materia tan sencilla consiguen un plato equilibrado y sano, a la par que con un precio sorprendente y una cantidad más que satisfactoria para compartir entre 3 personas. Sabor equilibrado, textura suave y sorprendente, es aterciopelado y exquisito.

Las croquetas variadas. Una delicia casera que no hay que perderse. La presentación en la mini cesta de fritura es una delicia y graciosa. Probamos la croqueta de morcilla y manzana, y he de decir que espectacular es poco. Igualmente provamos las nuevas croquetas de queso Stilton, y es una locura para los amantes de los quesos. Fritura correcta, sin aceite, crujiente y sobre todo cremosas en su interior.

El arroz elegido fué el de pollo campero con setas y verduritas. Excepcional. Un sabor increible a pollo, que venía deshuesado y troceado dispuesto para comer directamente. Las verduras estaban en su punto, ni pasadas ni duras, simplemente como toca. El arroz suelto, en su punto de cocción ideal y con todo el sabor del caldo. Las setas tenían una textura increible y no habían perdido ese punto entero que han de tener. Un 10 para el arrocero.

Los postres fueron la culminación de todo el festín. Pedimos la Tarta de Manzana con helado de vainilla y el Cheesecake de ricotta. Sin duda la tarta es una variante exquisita, con su base de hojaldre, con el sabor a canela intenso pero equilibrado, y con la manzana a forma de una especie de compota/membrillo que le daba un punto interesante y diferente. La Cheesecake, sin palabras: cremosa, crumble de galletas, sorbete de frutos rojos, una delicia de postre, muy equilibrado y conseguido.

Para beber, desafortunadamente pedimos agua, queríamos comprobar un sabor auténtico y limpio. Una compañera pidió una copa de un vino Valenciano, pero no sé su impresión.

En contra, he de decir que la carta de vinos no es nada cómoda o práctica, es un tablón de madera muy grande y demasiado incómodo para manejarlo. La selección de vinos es buena, pero se te van las ganas de mirar la carta por su formato. Otra queja que podría añadir, es que las cucharas, no sirven todas para comer arroz y otros platos que las precisen, por que algunas son trincheras y otras por desgracia son de consomé y sopa, lo que las hace muy incómodas para comer.

La relación calidad precio es buenisima. Tres personas, con los dos entrantes, el arroz para tres, dos postres, dos botellas de agua de litro y una copa de vino, salimos por 23€ y poco por cabeza, y salimos muy satisfechos. Hoy en día pocos sitios hay por esos precios.

El martes había que picar algo y probamos este local de "moda". A mí el local me gusto (para gustos colores), toque moderno.

Tomamos:

- 2 copas de vino blanco (Sanz Verdejo) 2€/ u
- 1 agua de litro (solan de cabras) 2€.

- Alcachofas (no recuerdo todo lo que llevaban.) con alcaparras y foie, que fue una recomendación y no fue nada acertada dicha sugerencia.

- Tataki de atún rojo con chutney mango y alga wakame. Francamente bueno el animal, de buena calidad. con el mango y la soja, uff! La ensalada de algas (me gusta mucho) fresca y sabrosa.

- Sartén de patatas con torta del casar y huevos de caserío trufados. Saciante, los huevos tenían ese sabor de fondo a hongo. La mezcla con el queso y las patatas muy rico. Decir que es de mis quesos favoritos.

Preguntamos a la camarera que no teníamos mucha hambre y que si con estos 3 platos haríamos cortos y nos dijo que no pidiéramos más (se agradece la sinceridad)

No tomamos postre y si 2 infusiones (2,5€/u)

Hoy he ido por segunda vez a este restaurante y me decido a escribir dado que mi primera vez no fue muy satisfactoria, pero pensé que valía la pena dar una segunda oportunidad.
He de decir que este restaurante tiene su antecedente en Leixuri, ya que lo regenta Valentín que ha dejado el negocio familiar para instalarse por su cuenta (y además se ubica donde antaño estuvo Albacar). Dicho esto he de decir que se trata de un concepto muy opuesto a Leixuri, ya que aquí se aboga por una cocina más creativa pero sin abandonar las recetas tradicionales si bien reinterpretadas.
Entrando en materia diré que el local está bien decorado, aunque para mi gusto hay un excesivo número de mesas.
Eramos tres para comer y hemos pedido unas cañas para empezar y de entrantes unas bravas clásicas pero muy bien elaboradas (nada que ver con las que se suelen servir por ahí), la verdad es que estaban muy buenas.
A las anteriores, y como entrante, una ensalada de tomate con un queso "burrata" (especie de mozzarell de búfala), que estaba genial. Fresca y equilibrada y muy bien aliñada).
De plato principal un rosejat de pato, verduras y foie y de fideo fino, que era magnífico, aunque yo habría suprimido las bolas de foie, ya que lo hacen más pesado cuando ya es un plato pesado de digerir.
De postre fresón con helado y vinagre de Módena. Sorprendente.
Para beber un Numantia. no voy a hablar de la calidad del vino, pero sí creo que podía servirse mejor, sin que esto quiera decir que lo hicieran mal, simplemente que se puede hacer mejor.
Concluyendo, hemos disfrutado.

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