Desembarco en Dénia

Nos hablan de una nueva propuesta en Dénia. Nace de la conjunción de dos elementos ya existentes. Por una parte el local, antiguo restaurante “Sal de mar”, en los bajos del hotel “La posada del mar”, lugar donde Vicente Patiño se afianzó como uno de los cocineros valencianos más reconocidos, justo antes de su salto al “Óleo” de Valencia. Por otro lado, la gerencia. Dirección ya experimentada en la vecina localidad de Xàbia con varios restaurantes (Los remos y el homónimo Es tapa ti). Ello despierta curiosidad entre el público y, como todo en esta ciudad, hacer lleno finde tras finde tras la apertura. El tiempo y el público decidirán si éste es de los que se quedan y perduran u otro de los que, al poco de abrir, se queda sin la clientela suficiente para mantenerse.

Empezaré por el local. Su ubicación es de las más mejores de la ciudad, justo frente al puerto, en una zona de paseantes y turistas, punto más concurrido en la noche dianense y, hasta hace bien poco y la irrupción de la calle Loreto, casi único centro de constante animación tanto en verano como en invierno. Eso juega a su favor. En la planta baja se desarrolla prácticamente toda la actividad. Nos comentan que sólo alojan gente en el salón de arriba (antiguo “sal de mar”) cuando está completo abajo. Es un local alargado y ocupado en su banda izquierda casi de principio a fin por una larga barra donde se exhiben productos del mar y pinchos “de muestra”, como referencia y reclamo visual, ya que, en caso de pedirlos, se elaboran al momento en cocina. A mano derecha mesas alineadas una tras otra con banco corredero en la parte de la pared y sillas que dan la espalda a la barra. Tras la barra, cocina prácticamente abierta y a la vista en la que el personal prepara platos a ritmo frenético. Uno se entretiene fácilmente viendo manipular las carnes sobre la plancha, las sartenes que prenden fuego, la habilidad al remover los salteados sobre los fogones… El local resulta luminoso por la noche, cálido, acogedor… Un buen trabajo de interiorismo con el criterio de funcionalidad y ambiente desenfadado por encima de otros más “chic”.

Venimos con la intención de tomar algo en la barra y cambiar de sitio. Por suerte pillamos un espacio en ella y, al disponer también de dos taburetes cómodos, tras el segundo “pincho” decidimos cambiar de plan y acabar allí nuestro periplo por la zona. Definitivamente los valencianos no somos para nada gente de tapeo, de barra, de alternar locales…. Si estamos cómodos, nos quedamos. Es así.

Pedimos dos copas de Enate Chardonnay y nos sacan por gentileza unos montaditos con fuet. Ojeamos la vitrina de mariscos y pedimos unas ostras (una por cabeza): son de gran tamaño, bien presentadas sobre hielo picado, que más bien parece escarchado, y con el pimentero sobre la barra. Deliciosas. Pedimos una segunda copa del mismo vino y un tártar de atún. La presentación es cuidada, la ración correcta, el sabor bueno… pero, para mi gusto, un poco excesivamente picado, casi triturado (como un paté de untar). Prefiero los tartares a cuchillo, que se noten los cachitos. Se acompaña con un cuenco donde hay un picadillo de cebolleta y otros encurtidos con el fin de aderezar al gusto.
Nos cambiamos al vino tinto. No recuerdo la referencia, discúlpeseme. Pedimos mini-kebabs, el uno de morcilla y el otro de pollo. Se trata de unos panecillos que simulan la forma del kebab “bocata”, no el de rollo, pero en miniatura. Correctos. Acabamos con una ración de pan de cristal y jamón Guijuelo. Buenísimo el pan y excelente el jamón, huelga decir.

Como postre pedimos un brownie casero con helado de vainilla. Se acompaña con frutos secos. Buenísimo. Pequeña decepción cuando pedimos algún vino dulce o PX para acompañar y nos dicen que solo tienen mistela. Tomamos un café (excelente).

No sé si disponen de carta de vinos. Supongo que sí. Ofrecen vinos por copas, eso sí: 4 o 5 blancos, otros tantos tintos y Gramona imperial como cava. El precio final es de lo expuesto con un total de 5 copas de vino/pax. Me parece bien.