Cuando aciertas con lo espontáneo supone una doble alegría. Pues ya estás volviendo.
Un saludo.
Existe una ley no escrita que dice que cuando las cosas surgen de una manera espontánea, rara vez suelen fallar. Y ésto es lo que pasó un frío y lluvioso lunes. Cuatro personas sin haberlo previsto acabamos comiendo de una manera cuasi express en éste lugar y por lo poco que pude comprobar, merece que le sea prestado un poco más de detenimiento en futuras ocasiones.
Los lunes, no suelen ser días propicios para comer fuera de casa. De hecho, es el día de la semana que muchos establecimientos eligen para cerrar por motivos de descanso. Al ir con una persona conocida de la casa, nos dejaron llevar unos vinos (cosa que agradecimos un montón) que nos habían sobrado de una cata previa por lo que no puedo opinar en el apartado vinícola.
El interior del local muestra una ambiente cálido, de los que te predisponen a pasar un buen rato, servicio, académico , clásico. Mesas de buen equipamiento en la línea del clasicismo ya mencionado . Se ve la profesionalidad de todo el personal a la legua. Copas , vajilla, cubiertos y servilletas de calidad. Al tener todos prisa para volver a nuestros quehaceres, pedimos rápido y así se nos atendió.
A modo de entrantes y emplatados individualmente lo ordenado fue lo siguiente:
Colmenillas rellenas de foie: Excelentes, con una salsa de vino dulce que se complementaban a las mil maravillas con la potencia de los sabores terrosos de la seta. Para comerse un kilo.
Anchoas bilbaína: Quizá el plato más flojo de los entrantes. Muy bien hechas pero la frescura del boquerón estaba un paso más atrás que su preparación. Esos lunes…
Croquetas de bacalao: Buenas, pero sin más. No memorables.
Después, para los cuatro, nos tiramos de cabeza a por las alubias de Tolosa: impresionantes, trabaditas, achocolatadas, finas , mantecosas… solo la falta de tiempo impidió que pidiéramos otra cacerola para habernos quedado allí toda la tarde. Si bien es verdad que no andaban sobradas de tropezones, tampoco los echamos en falta.
Para finalizar volvimos a coincidir en el postre que consistió en torrija sobre una fina crema con helado de miel: y uno que no es postrero y menos dulcero disfruté como un niño. Cerramos con un café y nos pusimos en marcha. Una vez fuera, en la calle, pensé en las veces que he pasado por la puerta y en los prejuicios que tenía sobre este establecimiento clásico y decoración demodé. Y en como una situación fortuita puede derribar esos prejuicios tan absurdos que en muchos casos tenemos, pero eso ya es otra historia.
Cuando aciertas con lo espontáneo supone una doble alegría. Pues ya estás volviendo.
Un saludo.
¡Nunca lo habría dicho tan bien!
Saludos
Estoy contigo, pero parece que hoy en día siempre debe de haber de todo en cualquier momento.
Gracias Luis, la sensación que se me quedó es la de volver con más calma... Igual luego, descubrimos que no era para tanto. De momento le concederemos el beneficio de los indicios.
Saludos
Acabo de leer tu excelente resña sobre Dantxari.
Yo tambien tardé mucho tiempo en dar el paso necesario para cruzar su puerta, de lo cual me arrepiento. En mi modesta opinion, es un lugar donde se puede disfrutar con un buena cocina y una sala profesional pero cercana.
Un saludo
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