Hacía tiempo que quería visitar este restaurante. Reservé a través de internet reseñando expresamente que éramos NO FUMADORES. No obstante, nos ubicaron en una sala, junto a otras dos parejas DE FUMADORES EMPEDERNIDOS, que, por supuesto, no nos permitieron disfrutar convenientemente de nuestra cena. El servicio, correcto, aunque la muchacha, aparentemente del Este de Europa, que hace las veces de maitre, tiene dificultades para comprender y para expresarse. La comida, muy, muy buena y bien elaborada. Yo degusté una magnífica terrina de conejo, y un solomillo con foie caramelizado, realmente extraordinarios. La carta de vinos, no excesivamente extensa, y, eso sí, carísima. Nos decantamos por un Obscur, sorprendente y bastante aceptable. Tal vez vuelva cuando cambien la carta.

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