Local curioso, ubicado en un bajo que recuerda la estructura de una casa antigua, con las mesas repartidas en algunos recovecos y con alguna habitación que se usa como reservado (en ambos casos dando lugar a una atractiva intimidad) más una amplia terraza al fondo. Cocina atractiva, interesante, moderna y creativa sin renunciar a una buena materia prima. La carta de vinos es algo escueta pero elegida con gusto. El servicio del vino muy bueno y las copas aceptables. El servicio de sala joven y atento. Salimos a casi 60€ por barba, menú de degustación y un Labor de Almadeque Merlot incluidos. Personalmente me gustó bastante. Repetiremos.
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