Una fría noche y con niebla que no permitía ver el otro lado de la plaza, hizo que fueramos a este restarurante casi sin ver, literalmente.
Entramos, no había nadie en el bar (luego sí), subimos la escalera que da acceso a un local tipo castellano con ventanas a la plaza, donde no había nadie (luego tampoco) y aún así acabamos los 8, sentados estrechos ¿? (no entiendo esta manía de los restauradores de apretar sillas en las mesas con el comedor vacío), al menos cerca de una chimenea encendida lo cual se agradecía.

Habíamos comido bien en Segovia, por lo que íbamos más de trámite que de cena: 2 sopas de Chinchon (como la castellana), 2 caldos de puchero (sopa clarita c/s fideos), 1 de callos a la chinchoneta (no noté diferencia) regular, 2 platos de jamon y lomo ibérico correctos; 1 de huevos fritos con patatas (nada destacacble) y otro (ni carne ni pesacado) que no recuerdo. Las consabidas raciones de pan cobradas. De fruta natural 3 raciones (piña) poco madura y un postre dulce.

Bebidas: 3 cervezas barril, 5 de agua (la comida pasaba factura) más un Dinastía Vivanco reserva 2005 lo mejor de la cena(a 25€ + iva). No había carta de vinos por cambio de dueño hacia un mes y no había habido tiempo de confeccionarla (¿en penas navidades?).
Cafés variados x 3. Obsequio de la casa chupitos de Chinchón dulce mientas departiamos sobre la plaza y alquiler de balcones durante las muchas fiestas de toros, pues el dueño hace de asesor taurino con el presidente de la plaza.

La sensación es que no fué barato para lo que comimos ni por la cantidad ni por el tipo de comida.