Restaurante La Solana en Mareo (Gijón)
Restaurante La Solana
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
45,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
62 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
7.4
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
7.0
Comida COMIDA
7.2
Precio medio entorno ENTORNO
7.9
RCP CALIDAD-PRECIO
7.4
Opiniones de La Solana
OPINIONES
7

No conocía este restaurante y tenía ganas de visitarlo. Buenas referencias y de reconocido prestigio, que al final me resultó decepcionante.

Situado en una preciosa casona en un entorno muy agradable, con hermosos jardines y gran parking, con los comedores que se reparten entre dos pisos. Confortables y decoración intentando dar un toque de elegante distinción. Mesas muy separadas.

La carta con clarísimo sello asturiano, basada en la materia prima y buscando elaboraciones y presentaciones más creativas, aunque algún clásico también se incluye en la carta.

La pena fue que esa noche estuve completamente solo en el restaurante (mira que llevo años viajando y nunca me había pasado), por lo que recibí todas las atenciones y pude charlar con Toni Pérez, jefe de sala y supuesto sumiller. Hablamos de la situación de la restauración y también de vinos.

Servicio del pan con solo un tipo y un muy buen aceite extremeño.

Pedí el menú degustación:

- Gazpacho de remolacha con crema de queso Afuega'l pitu: Buen entrante que presagiaba una buena velada. Escondidos en el queso, un par de trocitos de anchoa.

- Manzana, foie-gras y macadamia: Dos saquitos de manzana rellenos con trozos muy buenos de micuit. Al lado nueces de macadamia ralladas. Bien pero tampoco para recordar.

- Royal de quesos asturianos, mermelada de tomate y sardina en vinagre: Primera gran decepción. Plato no muy bien conjuntado para mi gusto. Lo del queso demasiado “pastoso” y con dos ridículos trocitos de sardina escondidos y que pasaron desapercibidos.

- Vieira asada con alcachofas, jugo de moluscos y manzana verde: Esta vez recuperé la esperanza. Una enorme vieira bien hecha y muy bien acompañada por el caldito.

- Yema trufada, caldo de garbanzos, hongos y pies de cerdo: Muy buena presentación y de sabores bien contrastados dando un resultado potente. El pero fue que se sirvió bajo de temperatura, por no decir frío. Podría haber sido el plato de la noche.

- Rodaballo salvaje a la plancha con jugo de pitu y hongos: Para mi un desastre. El pescado fuera de punto, de textura sospechosa y nulo sabor. Además venía acompañado del jugo de la cocción de pitu de Caleya, para mi gusto demasiado potente como para acompañar al delicado sabor de un pescado como el rodaballo. De guarnición unos espárragos trigueros a la plancha.

- Callos al estilo tradicional: Sencillo plato bien elaborado pero sin ningún misterio. Me pusieron al lado una pequeña aceitera con aceite de guindilla (muy picante) para echar sobre los callos.

- Chocolate blanco, limón, yogur y hierbabuena: Discreto postre, aunque se queda en agradable.

- Migas crujientes, sorbete de frambuesas y yogur: Se repite un nuevo postre con demasiadas similitudes al anterior. Lo de las migas eran como unos trozos de galleta. Lo mejor sin dudad de los dos postres, el sorbete de frambuesas, de intenso sabor. Había dos trozos grande s de miga que apenas probé porque no sabía a nada. Resultaron ser el toque de yogur (¡¡!!) según me dijo el camarero al dejarlos en el plato.

Mientras esperaba la factura me pusieron un mediocre capuchino de avellanas.

La carta de vinos es amplia, actualizada y versátil para este tipo de cocina. Buenos precios que apenas llegaban al x 1.5. Pedí Guitián con crianza sobre sus lías 2009 (20€ + IVA) servido bien de temperatura y conservado en cubitera. Discretas copas.

Precio total: 90.61€ (inc. IVA, vino y botella de agua pequeña a 2.50€).

Nota: Al salir me encontré en la puerta con los alma-mater de este restaurante: Gonzalo Pañeda y Toni Pérez. Me preguntaron pero cuando les quise comentar mi experiencia, no mostraron mucho interés. Lamentablemente noté cierto ambiente de nostalgia en el restaurante y en su semblante, y es que me comunicaron que cerraría sus puertas a finales de este mes, para reabrirlas en un nuevo local en el Puerto Deportivo de Gijón. Espero que recuperen el ánimo y el rumbo, si es que lo han perdido últimamente.

Señorial restaurante situado en una gran casona en Mareo (a 7 km de Gijón), muy cerquita de la Escuela de Fútbol del Sporting.

Sus instalaciones cuentan con unas amplias zonas recreativas ajardinadas, ideal por tanto para ir con niños.

En cuanto a la casona, exteriormente la típica de los llamados “indianos”, es grande y sólida, decorada en el interior con clasicismo. No hay una sala principal sino que está estructurada en varios habitáculos, bien pequeños, bien de medio tamaño, distribuidos en dos plantas. Esta disposición provoca una agradable sensación de privacidad y genera una atmósfera intimista.

Éramos 8 comensales, 4 adultos y 4 niños y nos acomodaron en la planta baja, en una confortable y holgada habitación para nosotros solos.

Equipación (vajilla, cristalería, cubertería, mantelería) conforme a la categoría del restaurante.

Y entrando en materia, lo que aquí nos encontramos fue una gran cocina tradicional asturiana salpimentada con caricias de autor.

El menú degustación era para mesa completa y como no todos lo queríamos, atacamos la carta.

Nos agasajaron con un aperitivo que ya presagiaba lo bien que íbamos a comer: Copa de berberechos frescos con mousse de maruca ahumada, gelatina de tomate y huevas de trucha . Excelso chupito marinero, con un potente sabor a mar contrarrestado por el tomate y dotado de empaque por la mousse.

De primero optamos por pedir unos cuantos platos al centro para compartir. Tuvieron el apreciable detalle de cada plato servirlo individualizado en 4 platillos, o 4 vasitos…

Vieira asada con alcachofas, jugo de moluscos y manzana verde. Muy bien presentado, destacable la calidad de la vieira y el contrapunto de la acidez de la manzana.
Langostinos frescos con papada y jugo de cocido. Interesante juego “mar y montaña”.
Croquetas de picadillo. Es lo más parecido a comerte una croqueta de fabada, debe ser porque el picadillo era de chorizo asturiano.
Fabada asturiana. Pese a la contundencia del plato y su concentrado sabor, habían conseguido una cierta ligereza en él, con el caldillo más líquido de lo normal y menor cantidad de embutido y fabes.
Homenaje al queso del Valle del Oso. Me gusto el plato casi tanto como su nombre. Compuesto por crema helada, mermelada de tomate y sardina en vinagre. Una travesura de temperaturas, sabores y texturas. Un guiño al comensal, como diciéndole: “Tenemos buen producto. Lo cocinamos con calma, tradición y sabiduría heredada. Casi podría decirse que somos clásicos, pero si queremos… ¡mira lo que sabemos hacer!”

Los segundos también los compartimos de dos en dos, por aquello de probar más cosas. Pese a que nos habían hablado maravillas de los callos y el cochinillo, optamos por los pescados, no perdiendo de vista que estábamos en la costa y que son más difíciles de encontrar en otras zonas. Ambos estaban fuera de carta:

Rey al horno. Un pescado también llamado dorada hembra o palometa roja. Es de carne rojiza, un sabor amariscado, textura suave pero entera. Una delicia.
Mero, simplemente a la plancha. Cómo lo disfrutamos, qué paladar tenía. Y más con lo difícil que se está poniendo últimamente encontrarlo, conseguir que no te den sucedáneos… Éste era mero, mero de verdad.

Me llamó la atención el pan. No lo ofrecían ni en panecillos ni de diversas variedades o sabores. Eran trozos de pan, de pan de barra, pero vaya pan. Hace tiempo que no comía uno tan rico.

De postre, quizás lo más flojo, Sopa de queso de cabra con avellanas y helado de miel. No me gustó la combinación, no “ligaba”.

Nos sacaron con los cafés, cortesía de la casa, una copita de espuma de arroz con leche, riquísima, estaba bastante mejor que el postre que pedí.

En cuanto a los vinos, los tratan y seleccionan bien, sin grandes alharacas, pero bien. Como blanco nos decantamos por un Chardonnay 2-3-4 de Enate, Somontano, y como tinto por un Cabrida de Capçanes, Montsant. Acertamos con ambos.

El servicio, impecable. No puedo decir más.

Salimos satisfechos, bien comidos, sin sensación de pesadez y con la impresión de que habíamos pagado menos de lo que valía, lo que equivale a decir que…

“volveremos, sin duda, volveremos”.

Día 15 de septiembre, fiesta en la comunidad autónoma de Cantabria, tras haber leído en esta página http://www.gijon.info/saboreando/index.asp?MP=258&MS=0&MN=1, la promoción de Gijón Gourmet, decidimos visitar este restaurante de nuestra comunidad vecina, estrellado y que aun no conocíamos.

Situado en las afueras de Gijón, pero con fácil acceso a través de la autovía que se dirige a Langreo (salida Mareo) y posteriormente muy bien señalizado. Amplio aparcamiento en una finca cercada, donde se encuentra la casa que en otro tiempo fue de un indiano, con un jardín amplio, con árboles característicos de este tipo de casas como son los magnolios y con una zona para poder jugar los niños.

Perfecta recepción, acomodándonos en el primer piso, en un salón amplio con mesas muy bien separadas, junto a ventana desde la que se divisa un hórreo y campos.

Mesas con doble mantel, el superior algo escaso en tamaño y en consistencia, al igual que las servilletas. Cubertería, vajilla y cristalería de buen nivel.

Menú cerrado, que se van descubriendo según van llegando los platos a la mesa.

Aperitivo presentado en una copa estilizada, conteniendo berberechos sobre un fondo de huevas de trucha y un pescado que no recuerdo el nombre, con buena presentación y sabiendo a mar. Asimismo pan especial con un AOVE de primera extracción (Oro San Carlos) y sal maldon.

Taco de bonito marinado y ahumado, dos trozos, acompañados de lechuga tomate y cebolla, presentado recubierto por una preparación entre salsa, helado (posiblemente trabajado con nitrógeno) de tomate. La presentación espectacular, el sabor del bonito me atrevo a calificarlo de “especial”, desviándose el sabor ligeramente del concepto que todos tenemos sobre el bonito, en conjunto una agradable experiencia.

Viera con alcachofa y manzana, acompañado y/o regado con caldo de moluscos. Buena conjunción y mejor caldo.

Lomitos de rape negro del Cantábrico, rebozados, acompañados de patata cocida y tomate a la plancha. El plato mejor de toda la comida, también el menos elaborado, pero he de destacar el buen punto del pescado y el gran nivel de la patata (cada día encuentro menos patatas a mi gusto y esta lo estaba).

Fabada, presentada en un recipiente a la par curioso y agradable, en buena cantidad, acompañada de compango (morcilla de año, tocino y chorizo).buena las fabes, punto de grasa adecuado y buen nivel del compango.

De postre queso de cabra con bizcocho de avellanas sobre helado de miel. Bien.

A los cafés se sirvió una espuma de arroz con leche, que sabía a tal.

En cuanto al vino la comida se acompañó por iniciativa de la casa con Enate Chardonnay 2-3-4 2009 y con Zaco cr 2007 la fabada.

El servicio de sala impecable, los baños con buen nivel aunque eche en falta unas toallas de tela de las depositar posteriormente en un cubo.

No voy a calificar la sección de vinos, pues no vi la carta de vinos, ni el precio de los mismos. Estimo también, que quizás el nivel del restaurante y el tipo de cocina, hubiesen merecido un tipo de vinos al menos con un puntito superior.

El precio fue de 45 € comensal, con lo descrito más agua abundante y pan con buen nivel, con IVA incluido e invitación a los cafés.

Para cerrar el comentario, anoto dos detalles, uno que la despedida fue nula parte de responsable de sala y un segundo detalle, que aunque hemos salido completamente satisfechos, quizás en este tipo de menus se echa en falta un plato de carne.

Anoche tuve la oportunidad de probar el estrellado La Solana. Fuimos 4 personas y pedimos el menú degustación (57 más IVA). En total unos 300 euros con 2 vinos y cafés cortesía de la casa.

Gran casona muy bien acondicionada a las afueras de Gijón, espaciosa, amplia, bonita. Con parking y un jardín en su entrada. Las salas son agradables, un poco vacías, pero bien vestidas las mesas. La vajilla no me convenció y las copas tampoco, aunque no estaban mal.

Respecto la comida nos decantamos por el menú degustación que consistía en los siguientes platos:

Oricio helado con virutas de manzana (absolutamente prescindible. No dice nada, salvo que está frío. La manzana tampoco aporta... final largo, eso sí).
Vieira asada (delicisoa y enorme vieira con seta shitake y mollejas asadas)
Berberechos con espuma ahumada (muy agradable combinación de berberechos fresquísimos con notas ahumadas)
Langostino con papada y caldo de puchero (potente preparación mar y montaña muy bien armonizada. El caldo era intensísimo y le daba mucha consistencia al plato)
Lubina salvaje (el pescado estaba vivo. Perfecto el punto de cocción)
Carré de Cordero (con salsita de albaricoque. Estaba bueno. Intenso)

El prepostre (que más bien parecía postre) era una crema de queso afuega el pitu con helado de miel y almendras garrapiñadas (muy rico).
De postre un helado de frambuesa (que más bien debería haber sido el prepostre)

En resumen: buena comida, mucho más contundente de sabores de lo esperado por mí previamente. Bien elaborado, con buena materia prima y algún juego de texturas bien llevado. Creo que la estrella es merecida pues el restaurante goza de buen servicio, buenas instalaciones y buena comida. No es rompedor, pero está bien.

En cuanto al vino, la carta es breve pero con unas cuantas buenas selecciones. Por ejemplo unas 20 referencias de Champagne con R de Ruinart, Grand Rose de Gosset y alguna más a precios ajustados. Nos tomamos un Do Ferreiro Cepas Vellas (muy bueno, 25 euros) y un San Román 2003 (29 euros)... casi me decanto por La Plazuela. Se echan de menos algunas referencias alemanas en blancos.

Sala no fumadores acogedora y elegante. Menú degustación a 48 euros compuesto por dos entradas, primero, segundo de pescado y carne y dos postres. Parecía atractivo, aún así elegimos dentro de la corta carta.
Copa de berberechos y oricios en texturas (no nos convenció demasiado)
Ensalada de setas y queso de cabra (muy buena)
Lubina con boletus y puré patatas (Impresionante de frescura y tamaño)
Rape con su jugo y navajas (bueno pero algo insípido)
Chocolate blanco con helado de canela (agradable combinación)
Buen detalle. Todas las raciones eran para compartir entre dos y emplataron individualmente, siendo buenas cantidades para cada uno.
Muy buen servicio de vino(en último decantador Riestling). Carta de vinos no abrumadora en referencias, pero a unos precios muy buenos. Tomamos Arrayán Premiun 2002 a 40 euros y copa Casta Diva moscatel a 3,75 euros y café.
Total por persona 75 euros. Buena impresión.

Restaurante acogedor, situado en la zona de Mareo (a unos pocos kilómetros de Gijón, en dirección al Centro Asturiano). Casona de indianos restaurada, con jardines a su alrededor, lugar acogedor y tranquilo. Tiene 6 comedores. Cocina con buena materia prima, que hace guiños y se encaja en la llamada "nueva cocina asturiana", si bien, a diferencia de otras cocinas de autor, mantiene un toque clásico en su maduración. La carta es corta, pero amplia en opciones (entradas, pescados y carnes). Destaca la copa de berberechos, original y bien armonizada; los oricios en texturas, si bien menos conjuntados. El pescado probado estaba fresco y agradable, si bien hubo que devolver un plato de lomos de rape por escasez de cocción. Los postres (probamos una copa de chocolate blanco) atractivos y bien presentados. La carta de vinos suficiente, como corresponde a un lugar de su categoría, si bien se advierten algunas carencias en algunas Denominaciones de Origen (Somontano, Méntrida y Manchuela, fundamentalmente). El servicio amable, si bien se advierte la escasez de personal, pues un restaurante de esta categoría requiere un servicio más atento a las necesidades del cliente. En conclusión, un buen restaurante, ubicado en un lugar acogedor, con buena cocina.

El emplazamiento es espectacular, en una casa de indianos inmensa, con jardines de ensueño, panera incluida, muy buen aparcamiento propio, mesas en el exterior, en terraza y porches, una gozada absoluta para una noche de verano.
La decoración interior más sobria que el exterior, pero bastante elegante.
Platos a destacar (entre otros):
-copa de berberechos con espuma de abadejo ahumado; maravilloso plato.
- vieiras salteadas
- virutas de foie
- ventresca de bonito a la plancha espectacular.
- postres imaginativos, pero un punto por debajo del resto.
Carta de vinos amplia y a precios razonables (Enrique Mendoza Reserva 14,90); las copas son de buena calidad, y el servicio del vino es correcto.
El servicio es muy joven y bastante seguro y amable, aunque en ocasiones, con la sala al completo, se echa de menos algo más de personal.
Es una magnífica opción cerca de Gijón, no es una cocina rompedora, pero sí es una cocina bien ejecutada, muy agradable y a un precio adecuado.

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