Soy bastante fan de los paradores como hotel y menos como restaurante aunque en los últimos años se han puesto las pilas y han dejado de ser todos iguales con platos más propios de lo impersonal que suelen serlos en las bodas; ahora hay más cocina local y también hay vinos locales aunque sean D.O.s pequeñas. También aquí en Gran Canaria ocurre así y el restaurante dispone de muchos platos locales y de varios vinos canarios.

El entorno es un hotel con unas vistas increíbles, una piscina y un spa que está en terraza al aire libre viendo lo que ya se describe en el anterior comentario. No hay cambios, ni los necesita, en el comedor y conviene reservar mesa junto a los ventanales porque no es fácil encontrar unas vistas mejores.

El servicio es complaciente, efectivo y el ritmo de salida de platos de cocina casi nos desbordó (comedor poco lleno) en una mesa pequeña pero que elegimos para estar junto a los ventanales. Por supuesto son mesas bien vestidas, buenas copas y vajilla creando un ambiente elegante.

La carta de bebidas pues incluye variedad de destilados también incluye bebidas locales; también junto a los vinos selección de paradores, bastante comunes en todos ellos, están los vinos "del entorno" (cuatro blancos y un par de tintos) y otros vinos que se salen del clasicismo; hay posibilidad de elegir distintas cervezas, cafés, te y otros tipos de bebidas. Elegimos Agala 2022 altitud 1318 blanco un vino de altura y de uvas locales: vijariego blanco y albillo criollo de D.O. Gran Canaria que gustó; también un par de aguas filtradas (sin costo); por el camino se perdió un par de copas de vinos incluidas en el menú.

En la parte de comidas, ya no solo se limita el tema a comida y cena, hay multitud de ofertas incluso bocadillos con lo que parece que la cocina funciona no-stop. Para las comidas principales tiene una carta que incluye un menú tradicional local y una suficientemente variada carta impregnada de productos y elaboraciones locales bastante interesantes. 

Cuatro para comer y decidimos compartir todo y digo todo incluyendo 2 menús tradicionales más platos de carta buscando conocer lo máximo de la isla. Previamente hubo un servicio de panes y AOVE Hacienda La Laguna que merecen la pena aunque no preguntaron opinión previa. Lo que nos sirvieron del Menú Tradicional (x 2, más los cafés, infusiones y agua):

. por cortesía  y como aperitivo: una cremita de tomate: para entonar el estómago. Cumple.

. cata de quesos de Gran Canaria: Toscón de oveja y cabra y queso fresco de Valsequillo. Me gustaron todos.

. papas arrugadas con sus mojos y almogrote: un clásico en todas las comidas, bien cocidas y tersas y los mojos cumplidores.

. potaje de berros de San Mateo: con quesito blanco y gofio para espesar el potaje tradic¡onal. Bien.

. pata asada canaria con mayonesa de ajos asados: muy buena y recomendable.

. caldereta de cordero tradicional con almendras tejedenses: de nuevo un guiso tradicional bien cocido, bien de sabor y buena textura del cordero y de las verduras.

. postre bienmesabe del Parador: un tradicional postre dulce sin pasarse que culminó una buena comida.

Lo pedido de la carta y también compartido junto a lo anterior, fue:

. escaldón de gofio del Molino Los Cabucos: curioso plato local. Sabroso.

. pescado del día x 2: pámpano frito a la espalda: un pescado blanco con aceite y ajos y quedó ligeramente seco; buena pieza de pescado en lomos. Recomendable (avisar para que no se pase de fuego).

Resultó algo excesiva en cantidades porque las raciones son amplias y los platos contundentes. Un buen rato de sobremesa porque no apetecía mucho irse de ahí y meterse en carretera de curvas, pero todo lo bueno, cuesta; y aquí cuestas hay, porque hay que bajar los más de 1.500 metros de altitud hasta el hotel en la playa.

El parador de Tejeda se alza en el centro de la isla de Gran Canaria. En un paraje natural incomparable desde el que se divisan emblemas de la isla como el Roque Nublo o el Roque Bentaiga, pero también, el Teide de la vecina Tenerife como flotando sobre el mar de nubes.

El restaurante completamente renovado, en un salón de madera y vidrio de altísima estructura con unos ventanales inigualables desde los que se divisa al imponente Teide sobre su mar de nubes.

Un servicio esmerado, con ganas de agradar y una cocina de alto nivel.

Tomamos vino de Gran Canaria, tinto de 2011 Agala, sin cuerpo, poco aromático y sin sabor, aunque equilibrado y bebible.

Nos pusieron un entrante de chorizo de perro de Teror (sobrasada), en una bola sobre un bizcocho y con tostitas de pan de cebolla de acompañamientos, que estuvo muy bien.

Después, vino el foie acompañado de bolitas de manzana asada, sobre tostitas, con grosellas blancas...riquísimo.

Después el baifito (cabrito) con escaldón de gofio y verduritas, muy rico.

Finalmente presa ibérica con una extraordinaria guarnición de verduras a la plancha.

De postre barraquito.