Por casualidades de la vida he conocido La Torruca un mes antes de lo pensado. La idea inicial era pasar un fin de semana de enoturismo con una pareja de amigos, pero la víspera les surge un imprevisto y nos vemos obligados a suspender los planes. Como nosotros ya nos habíamos hecho a la idea de pasar el fin de semana fuera, enseguida buscamos una alternativa y, curiosamente, tanto a mi mujer como a mí es Cantabria lo primero que se nos viene a la cabeza. Así que llamamos a Las Fontanías, nuestro alojamiento habitual en las escapadas cántabras, una recomendable casa de turismo rural ubicada en la localidad de Cóbreces y en la que, por suerte, hay sitio. Solventado el hospedaje ya sólo nos quedaba buscar un restaurante para comer el domingo y, casi automáticamente, pienso en La Torruca. Se ha hablado mucho y bien de este local en esta página y, aunque existen planes para visitarlo a corto plazo, las ganas de conocerlo finalmente me pueden, por lo que llamamos para reservar. Se me ocurre que el complemento ideal para disfrutar de este restaurante es la compañía de una pareja de amigos que viven muy cerca, pero al final resulta que están gozándola por tierras gallegas, poniéndose hasta las cejas de albariño y marisco, por lo que otra vez será.
El recibimiento es muy bueno, lo que hace que te sientas a gusto nada más entrar. Tras estudiar la carta le decimos a Mentxu que nos recomiende algunos platos, ofreciéndonos entonces la posibilidad de servirnos un menú degustación por 40€, idea a la que damos rápido el visto bueno. El menú consistió en lo siguiente:
- Chupito de gazpacho con pincho de queso y anchoa
- Ensalada de pollo escabechado con foie y láminas de hongos
- Atún crudo con cebolla caramelizada y tomate
- Pulpo con papada, alcachofa, patata y alioli
- Carpaccio de buey con hongos, mostaza y yema de huevo
- Arroz de cocido lebaniego
- Ravioli de bacalao confitado con perretxikos
- Carrillera con puré de patata
- Tronco de chocolate con crema de mango
El nivel de los platos alcanza el notable en la mayoría de los casos, destacando sobremanera el arroz, al que han sabido aligerar sin perder por ello los sabores esenciales del cocido lebaniego. También nos entusiasmaron la ensalada de pollo, con un comedido punto de vinagre que hace que el sabor de la carne no quede enmascarado, y el ravioli de bacalao, que se presenta sobre un fino puré de alubia roja.
En el apartado del vino cuentan con una carta reducida, pero con cosas muy interesantes y a buenos precios. Mentxu nos recomienda varias opciones, decantándonos al final por un Jura, concretamente un Les Graviers 2010, un excelente blanco que aguanta perfectamente todo el menú, sin amilanarse ante ningún plato. Terminamos la comida con un par de excelentes cafés solos y departiendo con la anfitriona, que en todo momento ha estado pendiente de que estuviéramos a gusto, y con Gustavo, el artífice de que hallamos comido estupendamente.