Ubicado en un pequeño pueblo del Valle del Lozoya se encuentra este pequeño y atractivo restaurante dirigido por el joven cocinero Gabriel Cavestani, proveniente de algunas cocinas de relumbrón de la capital. Al grano, carta escueta pero muy sabrosa. Fuimos a comer mis dos hijos, uno de ellos es celiáco, y el trato fue simplemente excelente. Tenían pan para ella y ssbían perfectamente lo que significa ser celiaco, de 10. Para nosotros la comida consistió en tres platos a compartir, lentejas estofadas con sobrasada de Mallorca, muy logradas, alcachofas con virutas de jamón simplemente deliciosas y para finalizar una lasaña de verduras con salsa de boletus, sin palabras. Para los niños les pedimos dos hamburguesas tamaño XL, muy bien hecha la carne y con un gran sabor. De postre un brownie de chocolate con helado para nosotros y un yogur griego casero para nuestra hija. Carta de vinos corta pero con etiquetas muy bien selecionadas, Juan Gil, Prado Rey y el vino que tomamos Tagonius 2007 roble a una temperatura perfecta y a un precio muy ajustado. Servicio eficaz, simpático y familiar. Un lugar para repetir. Muy aconsejable para personas celiácas.