Dado que la última valoración de este restaurante es de hace 8 años voy a dejar el comentario de mi visita, el pasado 3 de Noviembre. El restaurante se halla en el promontorio que alberga el Far de Sant Sebastià, en plena Costa Brava y con vistas a las calas de Llafranc y Calella de Palafrugell. Sin duda las vistas panorámicas, a bastantes metros sobre el nivel del mar, son lo más sobresaliente y por ellas ya vale la pena la visita. El restaurante posee una pequeña terraza para tomar el vermut antes de la comida o los cafes y copas de después. Hay un primer comedor situado en una pérgola con grandes ventanales donde quizás las vistas son algo mejores, pero también hay un exceso de luz y calor en los días soleados. El comedor interior, en el que comimos, es igualmente amplio y luminoso, con tonos blancos y azules, muy marinero.
La carta es bastante típica, sin grandes alardes de vanguardia y con platos de toda la vida. Predominan los pescados (frescos de lonja, según reza la carta) y los arroces de diversos tipos. En el apartado carnes, chuletones y guisos (albóndigas, mar y montaña...). El tema de los vinos consta de una carta bastante amplia, dividida por DO's y con predominancia de referencias clásicas aunque también hay algunos toques de modernidad. Las copas muy corrientes, es un aspecto claramente a mejorar. El servicio, eficiente y amable.
Comida:
Tras unas cervezas en la terracita, de entrantes pedimos un pescadito frito con coca con tomate y romescu, ración abundante, pescadito correcto pero sin entusiasmar, y unos muy buenos buñuelos de bacalao. De segundo una paella marinera para dos, buena, con el grano suelto y al punto, sabrosa y buena racion. En el tema dulce nos decantamos por un mató con nueces y chocolate caliente y un hojaldre casero con crema y frutas. Finalizamos en la terraza tomando unos cafes acompañados por unos panellets almendrados, a modo de petitfours.
Para beber elegimos un Blanco Cigonyes DO Empordà, (16€) con cubitera y servido en las copas antes mencionadas. Descorche y a partir de ahí, autoservicio.
La cuenta por todo lo consumido 2 personas ascendió a 103€. Un buen lugar para comidas familiares o en grupos, por las vistas vale la pena subir. Hay un pequeño paseo panorámico por los alrededores, para contemplar las vistas sobre el mar, ideal para "bajar" la comida y no coger el coche de inmediato.
Restaurante situado en un entorno incomparable, justo encima de Llafranc, con espléndidas vistas y al lado del faro que le da nombre. La comida es correcta, carta bastante clásica, el servicio flojo. En cuanto al vino carta aceptable, con varias denominaciones de origen, con referencias clásicas, pero con bastantes lagunas, tomamos un Condado de Haza a temperatura algo excesiva y a 23 E. Recomendable por el entorno.
El restaurante tiene un aspecto espléndido. Amplio, confortable y muy luminoso, con una decoración cálida y mediterránea en tonos ocres y azules. La comida también es mediterránea, tirando a moderna, sin estridencias, con buena materia prima y una técnica irregular. Simplemente correcta, no es para tirar cohetes. La carta de vinos es simple pero correcta, cara (tienda x 2), sobretodo porque las copas son de Arcoroc y el servicio, aunque joven es primitivo o insuficiente. Falta nivel. A pesar de todo al mediodía en fin de semana se está de muerte en ese lugar, fresco y confortable, sobretodo en las mesas que dan al mar (la mesa X es perfecta). El ambiente es agradable, de visitantes del entorno. Por la noche, en verano se dan cita políticos famosos y todos los que se quieran dejar ver (fashión), además de noche no se vé el mar. El conjunto muy bien, a mi me encontrareis de día, al menos una vez al año. 35€ sin vino.