El local está bien, bastante acogedor y con un clima agradable, no muy acorde con la zona donde se ubica, repleta de sitios turísticos sin demasiada personalidad.
En cuanto a la comida, bastante interesante. Pasamos de los entrantes y fuimos directamente a los platos principales: Dúo de Ceviches (pez mantequilla y langostino) y rabo de toro con quinoa. Todo bastante bueno, pero las raciones un poco escasas para 18 y 17 € respectivamente (señores, estamos en crisis.)
Carta de vinos corta y un poco elevada de precio también. Pedimos Sayago 830 '07 por 25 € que en bodega está a unos 9 € (esto de casi triplicar el precio de los vinos es una cosa que no acabo de entender. Creo que frena a los, cada vez menos, consumidores.)
De postre Delicia de chocolate y Mousse de crema de la pasión (este último a destacar.)
Otro detalle que no me gustó, dos platos cantados fuera de carta (Steak Tartar y Arroz de puta pobre) sin mencionar el precio. Esta moda de los platos fuera de carta sin precio deberíamos intentar erradicarla entre todos.
Lo dicho, interesante.

Me descubrieron este lugar hace unos días, y la verdad es que merece ser visitado. En pleno centro, destacando por desmarcarse del mercado gastronómico más proliferante de la zona, y ofreciendo comida de autor en un ambiente agradable. Fui en pareja, y pedimos el entrante, que por lo visto cambia cada día y ofrece verduras a la plancha con diferente tipo de carne y queso cada día. Comimos pez mantequilla y churrasquillo, que casi no pudimos acabar pues son buenas raciones. De postre compartimos una delicia de chocolate. Lo acompañamos todo con un par de caipirinhas, muy acorde con el tipo de comida.
El precio, el esperado para el tipo de comida, salimos contentos.

Desde que descubrí El Santo, tengo una visita obligada al menos cada mes. La decoración es sensacional, cuidada al detalle y llena de objetos diversos muy bien elegidos. El ambiente es acogedor, desde el momento en el que entras se te trata con una mezcla de profesionalidad con cercanía que se agradece, el personal es gente encantadora.
La comida, igual que la decoración: hecha con mimo y dedicación, no se deja ni un detalle olvidado. La mezcla de sabores es espectacular, si tengo que quedarme con algo, es con los postres. La carta es corta pero cambia por temporadas, lo cual hace que sea entretenido regresar a ver las novedades. Uno de mis lugares favoritos sin duda.