Es un tópico decir que no se puede comer mal en Euskadi pero, obviamente, algunos establecimientos son tributarios de merecer más atención para los amantes de la gastronomía. En un país como Euskalerria con una cultura gastronómica tan diferenciada y exquisita y con tamaña oferta, elegir un restaurante para comentar es casi un atrevimiento. No obstante, si quien lee este post tiene intención de comer en Donostia, le invitaría a probar Ikaitz. Escondido en el Gros, cerca del Kursal, en el Paseo de Colon, encontramos un lugar regentado por una agradable pareja formada por Estefanía, una atenta "ex-atleta" convertida en eficiente maitre y Gustavo, un chef formado en sus inicios en la escuela de Arguiñano y doctorado con el inefable Paul Bocusse en Lyon. El local es agradable. El espacio entre las mesas, suficiente. El ambiente, relajado y frecuentado por habituales. Ofrecen un menú diario muy digno por 16 euros pero es en la carta donde encontramos delicias como las habitas baby ahumadas salteadas con ajitos y yema a baja temperatura. O el tostón de cochinillo asado a baja temperatura con manzanas glaseadas al cava. Se pueden degustar también elaboraciones sencillas como la cigala a la plancha o las vieras gratinadas al Martini blanco o perderse en una tentadora e imaginativa repostería que acaba siendo uno de los puntos fuertes de su cocina. La carta de vinos peca de convencional, con pocas sorpresas pero con precios ajustados. El personal atento y simpático. El servicio de vajilla y coperío, adecuado. Fuimos dos personas: una tomo el menú diario y la otra 2 platos de carta y postre. El vino, que tuvo que ser en formato pequeño, ya que sólo bebía uno, un Pierola crianza de Rioja, correcto y sin pretensiones. Una buena opción para disfrutar de una cocina honesta, bien elaborada y con una buena RCP. Volveremos sin duda.