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En el mismo Mirador de las Marismas, en el pueblo de Santoña se encuentra ubicado este restaurante.
Desde luego que la situación es curiosa ya que da la sensación de que vas en el interior de un barco, con sus enormes cristaleras y unas estupendas vistas al puerto, a las Marismas, a la Bahía....
Yo por ejemplo,tenía delante un precioso barco pesquero.
El restaurante es bonito por dentro, las mesas de 2 quizás un poco excasas pero no raquíticas. La separación entre mesas es correcta.
Mantelería, cristalería y cubertería muy correctos.
Hemos empezado con unas almejas a la sartén, de buen tamaño, de buen sabor, quizás unas pocas más hubiesen estado bien.
Luego hemos comido unas estupendas croquetas de la abuela. Seis unidades de tamaño medio. 3 de carne de buey, yo creo que con un punto bajo de sal para disfrutar del verdadero sabor de la carne. Las otras 3, de espinacas y jamón íbérico. De intenso sabor, muy fina la crema, muy rico el rallao.
De plato principal, una dorada de 1,2 kgs, a la plancha.
Presentada en directo antes de pasar por cocina.
Emplatada en raciones individuales. Considerable ración, estupendo sabor, una gota más jugosa hubiese estado genial pero a la plancha muchas veces..... ya se sabe.
De postre hemos compartido una tarta de canela, presentada en cuatro raciones individuales. Un postre muy rico y fresco, la verdad. Con una base de sobao y un sabor a canela sin ser exagerado. Muy bien el conjunto.
2 txapatitas de pan caliente, rico.
Para beber un albariño, Paco y Lola 2011. Muy rico, frutal tanto en nariz como en boca. Acidez media, fresco. Entra de maravilla.
Un cortao bastante rico, con mucho café y poca leche, como tiene que ser.
Invitación de la casa a una copita de Px.
En resumidas cuentas, una buena opción para comer en Santoña, con estupendas vistas, servicio muy atento, sobre todo por parte del dueño que está pendiente en todo momento. Sin agobios.