Ubicado en el segundo piso de la hospedería del pequeño y encantandor pueblo de Iglesuela del Cid. Se trata de un edificio histórico (antigüo palacio Matutano) decorado y ambientado como tal.

Ofertan dos menús por 15 y 25 euros en los que se puede elegir entre varios primeros, segundos y postres.

La carta de vinos está organizada por tipos y D.O.’s de referencias clásicas. La cristalería es burda y gruesa. El vino se sirve caliente, a temperatura ambiente y sin ningún formalismo.

Nuestra experiencia fue al mediodía y nos decantamos por el menú de 25 euros. Embutidos de la zona, cortados a máquina, que sin estar malos, estaban presentados sin ninguna gracia. De primero nos decantamos por un arroz caldoso de marisco excesivamente salado y falto de punto de cocción. Los segundos: rabo de toro y ternasco, los platos calientes y la carne fría. Mi ternasco estaba muy seco y quemado por una parte. De postre una pequeña porción de tarta de queso industrial.

Un lugar para olvidar, mejor obviar esta opción. Es una lástima porque el entorno es magnífico, pero la cocina no puede ser peor.