Sábado de otoño, casi las diez de la noche, saliendo del fútbol con un resultado favorable... por lo que se imponía una cena "que ja teníem ganeta" (ya teníamos hambre).
Puesto que el coche lo teníamos en la Plaza Xúquer, en esta ocasión, decidimos aventurarnos a cenar en un sitio que nos invitara a entrar mientras dábamos una vuelta por la zona.
"QUE GANETA TINC" fue el agraciado en la ruleta de la fortuna! En la entrada una pizarra con un menú escrito con tiza, a su lado una mesita con la carta y otros menús confeccionados. La puerta abierta dejando entrever un local con una estética interesante. Nos adentramos sin pensarlo!
Nos ofrecieron cenar a la carta o un menú degustación por 20 euros, que fue la opción escogida:
~ Croquetas de setas y puchero. La croqueta de setas se quedó en correcta, con pequeños tropezones de hongo. La de puchero muy buena, con ese sabor a cocido casero tan entrañable, con un rebozado fino y crujiente y una textura interior suave con alguna sorpresa de carne. Una de cada por comensal, cuatro en total, de tamaño un tanto pequeño.
~ Ensalada Caesar. Presentada a modo de tartar, la lechuga romana troceada muy fina, aderezada con una salsa suave de ajo y parmesano. Sobre ella unos pequeños tostones y unos taquitos de pechuga de pollo rebozados. Agradable.
~ Carpaccio de roast beef. Muy bien presentado apareció en escena un carpaccio de ternera, con unos brotes verdes y tiernos por encima, unos diminutos taquitos de queso y regado con aceite de oliva. Bueno y vistoso.
~ Boquerones caseros. Sobre una base de tomate natural rallado y aceite de oliva reposaban tres boquerones muy bien enrolladitos. Dentro de cada rulito a modo de relleno asomaba una especie de sucedáneo de caviar negro y unos minúsculos taquitos de verduras: calabacín, pimiento rojo y zanahoria. Rico, original y curioso.
~ Pluma ibérica con patatas asadas. Suculenta carne venida desde Salamanca acompañada de unas sabrosas patatas asadas con un buen punto de cocción y con la superficie dorada por el horno.
Y como postre nos ofrecieron Tiramisú presentado en una copa triangular y realmente exquisito. A través del cristal se podían apreciar las distintas capas que atravesaba la cuchara: el bizcocho empapado en café, el mascarpone, el cacao... Delicioso colofón.
Para beber tomamos cerveza de barril rubia, cuatro dobles en total, aceptablemente tiradas.
Rebanadas de pan estándar en un cestillo con corteza crujiente y ligeramente calentito.
Vajilla moderna blanca, copas, cubertería y demás correctas.
El servicio con buena intención pero un poco disperso, con detalles, EMHO a mejorar como ofrecer algún aperitivo mientras ojeábamos la carta o estar algo pendiente de las bebidas del cliente evitando que éste se pueda encontrar incómodo buscando a la camarera para solicitarla. Tampoco estaría de más cambiar la copa con la que se sirve la segunda cerveza, aunque, como digo son pequeños detalles.
El local es amplio y muy bonito. Paredes rústicas blancas con lamparillas y elementos decorativos en rojo. Las sillas y mesas también en blanco decapado, con manteles nuevamente en rojo y blanco. Está distribuido en tres estancias comunicadas por un arco y en total tendrá una capacidad aproximada de 15 mesas, de las cuales 4 estaban ocupadas.
En resumen, a veces la aventura es lo que tiene. Cocina de mercado con toques creativos, con ganas de agradar pero sin especial "magia", manejando un producto común, raciones, en ocasiones, un tanto escasas, envuelto en un entorno original y una RCP final algo más que correcta.