Planta baja con cafetería y mesas para tapeo o menús. Restaurante en la primera planta. En la segunda hay unas coquetas habitaciones. Carta de corte clásico en cuanto a productos, y con toque novedoso, creativo en la elaboración de algunos platos. Éramos 3 comensales. Compartimos 2 primeros, totalmente acertados. Hasta el punto que se me olvidó hacer unos fotos de lo bien que disfrutamos del foie caramelizado: 2 cilindros generosos, recubiertos de su costrita y con rodajas de piña salteadas, y espárragos rellenos de pato con salsa holandesa: espárragos cortados por la mitad, el pato – jamón de pato – picado fino, fino, hasta puede que demasiado, ya que se mezcla con la salsa y puede pierda sabor, pero muy recomendables. De segundo 2 solomillos, de ración grande, en el punto de los comensales y de sabor…de la tierruca. Yo opté por el “bombón de res”: es decir el rabo de buey, guisado claro, desmenuzado y reconstruido en forma de una especie de pelota. Original, muy sabroso, aunque algún que otro cartílago, obvio tratándose de esta carne. Los 3 platos con patatas de tipo panaderas o gratinadas, y pimientos asados. De vino nos proponían Riojas, Ribera, porque es lo que “pide la gente”. Preferimos un Pétalos, por nuestra afición al Bierzo. Muy correcto. No pudimos con los postres, pero si con 3 GT, que escogimos de 3 ginebras diferentes, descubriendo una nueva (para nosotros) que ya fuimos a comprar al día siguiente (explicación sobra). Nos ofrecieron 3 raciones de fina leche frita casera para contrarrestar los GT. La comida era una invitación, pero calculo que unos 40€ por persona. Buen servicio y trato.