Pues aunque luego me he enterado que es un lugar de toda la vida, yo no sabía de su existencia.

Llego de viaje y me comenta el compañero: vamos a comer aquí al lado... y sí, está a 1 minuto, casi se podría ir a pie.

Aspecto de restaurante de carretera, y más o menos esto es lo que es: comida sin complicaciones, precios moderados y servicio rápido y eficiente.

Destacar que lo mejor del lugar es la terraza, en verano dicen que se llena ya que además está delante de la pista de aterrizaje y gracias a Ryanair hay espectáculo cada 10-15 minutos de un despegue o aterrizaje que no deja de ser curioso. Ideal para ir con niños, además luego hay un parque de atracciones de los mismos propietarios.

Comimos unos entrantes de calamares romana, pimientos del padrón y croquetas (las croquetas, auténticas de verdad, no esa masa insustancial de bechamel que te encuentras en muchos lugares). Antes habían traido un poco de pan con tomate con anchoas (saladas y bastante malas), pero era obsequio.

De segundo, fideuá, correcta, con mucha almeja (quizás demasiadas!). Abundante cantidad.

Postres típicos, una crema catalana y un recuit (industriales los dos).

No bebimos vino, optamos por cerveza (3 en total).

Dos cafés y obsequio de chupitos, que en este caso fueron 2 orujos.

La verdad, por todo lo que comimos, y sabiendo donde vas, los 22 euros que pagué me parecieron muy correctos y bien pagados. A destacar la simpatía de los dos camareros que nos atendieron, un encanto.

Lugar sin pretensiones, pero que cumple con su cometido.