Local climatizado (muy importante en estos lares). Decoración rústica, curiosas persianas interiores de esparto, sillas de madera que mejoran su confortabilidad gracias a unos mullidos cojines. Mesas bien vestidas, aunque un tanto juntas.
El propietario Rafael Gutiérrez oficia en cocina y su mujer Ascensión en sala. Cocina de mercado y tradicional, aunque algunas elaboraciones tienen un toque moderno o creativo. Carta amplia, pero que se adapta según los productos del mercado diario. Vajilla y cubertería correctas. Servicio atento, dispuesto y cercano.
La carta de vinos es corta, bastante clásica, sin especificar las añadas, pero con algunas referencias interesantes. Las copas correctas. El servicio del vino se circunscribe a la prueba.
Nuestra experiencia fue para comer: salmorejo, gambas al ajillo y luego cada uno un segundo plato: cola de toro, pierna de cordero, lomitos con salsa de queso, etc., con cervezas iniciales y un Finca Minateda Syrah 2002 (que todavía estaba en un buen momento para el consumo), cafés, sin postres, por 112 euros para cuatro comensales.
Buena opción en Villamartín.
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