Preciosa y palaciega sala del siglo XIX decorada con frescos, panelada con maderas, presidida por una imponente chimenea y coronada por un espectacular artesonado en el techo.
Mesas bien separadas y silloncitos muy cómodos.
Servicio muy profesional y numeroso que pasa casi desapercibido.
Stefano Catenacci, el chef, ejecuta una cocina académica, clásica en el mejor de los sentidos y ligeramente afrancesada.
Disfrutamos de un equilibrado y bien estructurado menú degustación de nueve platos.
Destacaré la vieira salteada con texturas de coliflor y manzana y emulsión de mantequilla tostada. Estupendo el filete de trucha ártica con una mezcla de ahumados, caldo de pescado ahumado, yema de huevo pochée y tapenade. Suculenta la molleja de ternera dorada sobre un carpaccio de champiñones al oporto. Muy bueno el lomo de conejo con compota de su pierna confitada y ravioli de ragú del animal. Perfecto de punto el rape con apio, verduras a la mostaza y salsa de salchichas. Deliciosa la pechuga de pichón crujiente con su muslo confitado. Refrescante el cake de limón, sorbete de jengibre y crema de mango.
Bebimos Champagne Jacquesson Cuvée 733 y tinto Mc Rae Wood 2002 de Jim Barry (Australia)
Un lugar muy recomendable del que salimos muy satisfechos.
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