Local de austero aspecto exterior y amplio, diáfano y luminoso interior

Local de austero aspecto exterior y amplio, diáfano y luminoso interior decorado con una rústica y sobria elegancia. Mesas con muy buena separación y espacio. Cómodo.
La cocina es el aspecto más destacado de esta casa. Pedimos el menú degustación (70 euros), amplio, bien diseñado y perfectamente ejecutado. Platos todos ellos de excelente materia prima y toques muy manchegos, algunos de ellos que quedan en la memoria (la sopa fría de ajo, la ostra en crema de calabaza, la esencia de conejo de campo o esa delicada reinterpretación de la perdiz escabechada).
Carta de vinos de presentación sencilla, con la amplitud justa y fácil de leer. Basada en producto nacional en un 90%, con algún buen champagne de complemento y con un gran apartado de vinos manchegos. Precios correctos para el nivel del local. Servicio y cuidados a cargo de un excelente sumiller, Fede de La Osa, hermano del chef. Excelente vajilla y cristalería.
¿Y el servicio? Pues el aspecto más controvertido fue en mi caso excepcional. Aparte del gran trabajo del “maitre” y el sumiller, los camareros sirvieron la mesa correctamente y con la mejor de sus sonrisas nos explicaron uno a uno todos los platos del menú. Sin ser excelso, brilló a gran nivel.
Un restaurante de primera categoría nacional, visita imprescindible a escasa hora y cuarto de Madrid con la nueva autopista. Un grande.

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