Muy bien, pero sabiendo dónde se va

Los Olivos es uno de esos bares con máquina tragaperras, de tabaco, etc. Con una tele en alto para ir a ver el futbol y una larga barra destinada a las cañas y el tapeo.
Así pues, el aspecto, aunque limpio y aseado, es de bar y no tiene demasiado atractivo, pero es un local amplio donde te sientes a gusto y puedes disfrutar de una buena comida.

Lo hemos visitado en varias ocasiones y siempre destaca la calidad de las tapas. Las puntillas sin exceso de aceite ni rebozado, unas bravas bastante buenas y una sección de marisco bastante buena, como las navajas, los berberechos que están exquisitos o el pulpo a la gallega. El buey de mar lo tratan muy bien y es una opción más que interesante si se visita el local. También lo es un pantagruélico chuletón que acabamos compartiendo trinchado al centro de mesa, perfecto como colofón para una cena de cuatro personas. Las raciones son abundantes y la calidad del producto buena.

Este toque de marisco a las tapas le dan un ambiente distinto al bar y acabas cenando muy bien, picoteo de buena calidad y con especiales luso-galaicas (como ellos mismo ofertan en su tarjeta).

El servicio del vino y el listado es bastante sencillo, algo en lo que no creo que mejoren cuando la bebida estrella es la cerveza. Tampoco las copas son de calidad, pero hay algún vino sencillo en carta que te permite acompañar la comida.

Lo más curioso del local es el personal y, aunque resulte colateral y anecdótico, añade singularidad a este bar que últimamente estamos frecuentando por cercanía. El dueño del bar es un cubano de raíces españoles, gallegas, que domina a la perfección la calidad de la materia prima. El resto del servicio son chinos con un español fluido y el servicio diligente que les caracteriza, así que, al margen de lo exótico, el servicio es atento, servicial y amable.

Me falta ir a comer a mediodía y encargar su famoso arroz con bogavante que me han dicho que es excelente.