Inquietud y consciencia

Un hermóso local. Restauración de una vieja casa, cocina abierta en un patio diáfano techado con mamparas. Luz. Claridad.
Único menú: tres entradas, un arroz, pescado, carne y postre.
Agradable mollete con salmorejo, sardina y tocino, aceite de bocairent.
Algo salada la tortilla de bacalao, ingeniosa deconstrucción, jugando con un bizcocho, sobre una yema, con "capellán" y una compota de cebolla.
Una blanco, embutido, envuelto en unas espinacas salvajes con un salteado de lombarda. Lo mejor de la comida. Plato sabroso, producto ecológico y senvillez para una propuesta muy interesante.
Arroz de alcachofas y sepias. Bien pero algo corto de sabor.
Los segundo fueron menos entretenidos. Tanto el sargo, como el solomillo de cerdo, apenas son memorables.
Un poctre en vaso concluyó la comida.
Cierta similitudes con la cocina de Rodrigo Lacalle.
Carta de vinos algo insuficiente, con muchas bajas en la visita de ayer. Estupendos algunos vinos de la zona. Un local que merece la pena conocer. Servicio atento, y muy implicado. Otra importante baza para la culinaria valenciana, que día a día va ocupando un puesto importante dentro del mapa nacional. ¡Qué envidia¡

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