Trato amable y familiar

Lo primero que me llamó la atención del local es lo reducido del espacio y la cantidad abrumadora de referencias de cerveza que se apilan en las estanterías de todas las paredes del local. Las botellas de cervezas llegan hasta el techo dando una sensación de "bodega" que es única en este local.

Aquí la cerveza es la protagonista y ésta sensación se mantiene cuando el dueño te aconseja amablemente una referencia tras otra en base a tus gustos personales.

En mi caso opté por una Gordon de barril para abrir boca y poco a poco fueron ofreciéndome diferentes opciones en la línea, todas acertadas y de gran calidad.

La comida correcta: costillas asadas con una salsa al curry, muy alemana, pinchos morunos y pulpo a la gallega. Se nota que la cocina gira alrededor de la degustación de las cervezas y no pretende desviar la atención hacia otros propósitos.

Supongo que si reservas en fin de semana la sensación de la sala puede llegar a ser agobiante ya que las mesas están extremadamente juntas y el local es muy pequeño. Yo tuve la suerte de encontrarlo prácticamente vacío y conversar durante veinte minutos con uno de los camareros que me dejo bien claro que de lo que saben, saben mucho.

Resumiendo, hay que ir por la cerveza. Es un lujo contemplar el bagaje acumulado durante años por el personal puesto a nuestra disposición.

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