Un auténtico bálsamo en tierras de Cuenca

Mi tercera visita en pocos meses. A pesar del inhóspito entorno -la zona de la Cuenca moderna con el urbanismo más anodino-, un local para no perderse. Amplios espacios, quizás algo fríos, pero que invitan al goce del paladar y a la conversación. Decoración actual, resaltando los amplios frisos con el fragmento del Quijote que da nombre al local (con alguna falta de ortografía, eso sí). Vajilla impecable, con algún pero. Aperitivos muy interesantes que van cambiando. Cocina moderna, imaginativa y bien resuelta: fuera de serie la espuma de alcachofas (toque Ferran Adrià). Postres a la misma altura. Bodega demasiado corta, pero con ejemplares notables y respeto a los vinos de la tierra (mi Syrah Calzadilla 2002 inapelable, aunque lo hubiera preferido en Schott). Servicio profesional, atento, nada empalagoso... de los de cuando ser camarero era una profesión honrosa, vamos. En definitiva, un auténtico lujo para la ciudad; un restaurante que se merece tener toda la suerte del mundo.

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