Y sin embargo, no descarto volver.

Emblemtático restaurante en Zaragoza, es posible que lleve más de 30 años instalado en la ciudad, y puede presumir de ser uno de los primeros restaurantes étnicos que se asentaron, aunque hoy en día es posible que se haya quedado un tanto desfasado, o por lo menos no ha sabido evolucionar con el paso del tiempo.

Se trata a priori de un restaurante libanés, aunque muy influenciado, en mi opinión de la cocina norteafricana, con diversos platos más propios de los países del Magreb, que propiamente libaneses. La decoración e instalaciones dejan de manifiesto el aire rancio del local, donde los descorchones, salpicados de pintura, o la propia decoración dejan bastante que desear, aunque mentiría si dijese que no le dan un halo de autenticidad, que en cierto modo, parece transportarte a un restaurante de barrio del mismo Beirut. En cuanto a mantelería, cubertería y demás vestido de mesa, digamos que hacen juego con el local, aunque sorprende el hecho de encontrarte copas bordelesas sobre la mesa. EL servicio, llevado casi en exclusiva por el propietario (pura afabilidad) y una camarera, puede resultar ligeramente lento en hora de mayor afluencia. La carta de vinso se limita a una docena de ellos, de los cuales la mitad, ni siquiera los había oido mencionar. (Coto de Hayas joven, o Montesierra, ambos por 9 €).

En cuanto a la carta, como digo, entr emezcla platos de distinta procendecia, y por otro lado, obvia platos auténticamente libaneses, que personalemnte tenía pensado probar si estuviesen disponibles. Todos los primeros se mueven entre los 5 € y los 8 €, mientras que los segundos van de los 10 € a los 13 €. Nosotros nos decantamos por unos Falafel (7€) de primero, consistenes en 4 bolas de pasta de garbanzos especiada y frita, acompañada de un poquito de ensalada con salsa de yogurt, normalitas, y escasas en cantidad. De segundos, y ante la falta de shawarma (que aunque estaba en carta, no tenía), nos decantams por Pinchos Morunos (12€, bajo recomendación) de cordero servidos en una plancha sobre la mesa, de cantidad y calidad del producto ajustada, o incluso razonablemente buena, y ya para terminar, un plato de cous cous (10 €), servido con verduras y carne asada y desmigada, y que se podría calificar de pasable. De postre unos Bakavlas variados a compartir (pastelitos tradicionales), y que estaban un tanto resecos (5€).

Resumiendo, no se puede decir que terminásemos satisfechos de la cena, ni del local, ni del precio, peor sin embargo, no descartaría volver, y poder degustar algún otro plato de la carta, supongo que será debido más a la escasez de restaurantes de este corte en la ciudad, que por méritos del mismo.

Añadir que la velada es amenizada por un músico que ¿simula? tocar en vivo, o que por lo menos acompaña la música de CD a la guitarra, además de la puesta en escena de la danza del vientre a mitad de a misma. También añadir que disponen de un menú degustación por 30 e (bebida, y postre incluídos), consistente en 9 platos, y que seguramente hubiese sido mejor opción.