Sencilla, que no "simplona". Para volver siempre

Un festín para los sentidos. Y digo literalmente (que para eso me guardé el menú e hice las fotos):

- Aperitivo: Croqueta de rape y cecina sobre emulsión de patata con aceite (probablemente koroneiki, que me conozco las últimas pasiones del cocinero)

- Ensalada de níscalos escabechados, lomos de sardina en marinada de mandarinas y navaja en ajillo de aceituna parda

-Cous-cous de trompetillas de los muertos, velo de salmón y sus huevas en escamas de sal negra (soberbio, magistral, original, sublime, sin tiempo para la foto)

- Menestra de pardillas, alcachofas y cucurriles (para mí de lo mejorcito de la noche)

-Salteado de tres orejas: de cerdo y de judas (blanca y negra). De morir para resucitar al plato siguiente

-Cilindro de lenguado, picada de cigalitas y tuber melanosporum sobre fondo de carbonara de gamuzas (le saqué la foto después del primer bocado)

-Lomo de jabalí marcado con oronjas arriba y pisto de manitas y plateras abajo. Un expectáculo

- Muffin de cacao y hongos, "trufa" de trufa, royal de piña, chutney de pié azúl y gominola de rebozuelos. Esa trufa, delicadamente trufa de trufa.... para recordar años.

Todo lo esencial de la cocina de Ricardo está ahí. En el trabajo de pensar detenidamente los platos, de concebir las armonias, de elaborar con aquella finura y exquisitez de los maestros, del respeto al producto, del que "sepa a.." pero no avasalle, de la condimentación justa (de la duda del curri que era en realidad un cariño de soja japonesa), de la innovación sin estridencias, de la integración sin fushion ni fashion ni leches. Puedo ser sospechosa (y lo confieso sin reparo) hablando de este cocinero, pero ya era su fan hace años cuando en su otrora Capitol me pirriaba por sus huevos con tomate en su menú del día. No hay ni trampa ni cartón en su cocina. Y si una profesionalidad impresionante y un disfrute del oficio. Que afortunadamente nos hace disfrutar a todos. Siempre, y amenazo con volver. Y seguro que me sorprenden de nuevo.

El restaurante chiquitito, pero para qué más si tiene el tamaño justo para poder estar bien atendido. Vajilla y decoración exquisitas. El servicio de Conchi es de comprarse una sombrerería completa para quitarse uno a uno los sombreros una y mil veces. Se basa en una cosa tan simple y de sentido común como que el cliente se sienta en casa y agusto. Y su concepción de cómo llevar una bodega, de cómo renovar la carta, de cómo "armonizar" oportuna y adecuadamente sin restar protagonismo a la comida y sin que duela el bolsillo, más que didáctica es magistral. Y siempre con sonrisa. En esta cena cayeron " Cero" de Liberalia con los tres primeros, Quinta de quietud con los dos segundos, Flor de Pingus con el jabalí y "Ora pro Nobis" con los postres. Lo dejamos en sus manos y un éxito.

La relación calidad/precio para mi sobrepasa el óptimo.48 el menú y 12 por los vinos. Por añadidura, los "pepinos" de Hendricks con Fiver three de fin de fiesta por cuenta de la casa... de escándalo!

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