Es del primer restaurante que nos levantamos sin tomar café, parece que existen 2 tipos de clientes, unos que van al comedor y otros que los sirven en mesas colectivas en el bar y la diferencia es notable. Nos lo recomendaron en un Hotel de Donosti y la decepción fue mayúscula por que el resto de recomendaciones fueron muy acertadas. Solo 2 detalles, solicitamos agua grande y nos dijeron que no era posible que solo botellas de 1/2 litro, al cabo de unos minutos vimos como llevaban al comedor interior una botella de agua de 1 1/2 litro. Pedimos merluza a la Vasca, ración pequeña y lomo de merluza tipo congelado de Frudesa, un desastre. Se distingue claramente un doble rasero en cuanto el trato al cliente, una verdadera decepción de restaurante.
Como el Rekondo en San Sebastián estaba lleno, -ese día toreaba José Tomás, nos comentaron-, decidimos desplazarnos a Hondarribia y repetir en este restaurante donde ya habíamos comido hace algún tiempo.
Lo mejor es la materia prima y la elaboración de los platos, tradicional, sin florituras ni artificios.
Cocochas, chipirones en su tinta y un magnífico rodaballo completaron una muy buena comida.
Carta de vinos cortísima, pero a precios ajustadísimos; optamos por un chardonnay de Chivite que no estaba mal.
Copas de batalla.
Precio algo subido.
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