Un capricho de primera

La sociedad gastrosófica, esta vez extendida pues fuimos 8, aprovechando las vacaciones, que el Esla pasa por León, y que un miembro daba hospedaje, nos dirigimos a una de las catedrales de la carne de buey.
El restaurante ocupa una antigua bodega excavada en la roca, común por la zona (la zona de Valdevimbre tiene otras también reconvertidas con éxito). Al entrar se ve la cocina, donde puedes entrar y hacer fotos del cocinero, género y parrillas. Mesas de madera y bancos para compartir un tanto incómodos. Los camareros profesionales y cordiales, pero se echa de menos más atención a las mesas. La carta de vinos es abundante y el servicio del vino bueno, cambio de copas, probar, etc. Ambiente muy distendido.
Como aperitivo pedimos unas copas de vino (el de la casa a 11 euros está bastante bueno)y nos traen un paté de cecina muy bueno con un pan de hogaza excelente que se cobra aparte(?).
Como venimos a comer carne, pedimos solo dos entrantes: unas mollejas sobresalientes, de textura, jugosidad y potencia de sabor; y lengua de vaca curada que los camaradas foráneos no habían probado y que estaba exquisita cortada fina y aliñada con aceite de oliva.
Mientras tanto, llega el camarero con una megabandeja y 2 súperchuletones de buey, y nos comenta que si queremos hacer fotos de la mercancía, 5 kilos de carne y hermosas vetas de grasa.
Al rato viene el dueño a trincharnos la carne, unta los platos de barro de la grasa del bicho y va sirviendo, curioso es que la carne no se enfrió y había mucha, no me fijé si los platos venían calientes previamente: nos comenta que las piezas las tienen en la parrilla 3 ó 4 minutos por cada lado y que probemos la grasa del animal; a tal efecto nos rellena un plato de trozos de grasa, qué barbaridad de sabor, se deshacía en la boca.
Pero a lo que vamos, la carne descomunal, de sabor, de jugosidad, de punto...extraordinaria, vive dios.
Acompañamos el condumio con dos botellas de Dominio de Tares cepas viejas que estaba buenísimo y a 18 euros (¡) la botella, el sector crítico se bebió también una de blanco de Rueda y los postres no los apunté (tengo un conflicto con el dulce qué se le va a hacer), pero es que estaba enfrascado en acabarme al animal.
Los cafés nos los sirvieron fuera, a la entrada en una especie de porchecito con mesas y sofás, el orujo (nada del otro mundo), por allí es típico que te dejen una pequeña botella y tú te vas echando un chaparrón tras otro; gin tonics, aguas y 3 glenlivet.
El precio final es mucho más ajustado que si hicieras lo mismo en la capital (estoy recordando nuestra última experiencia carnívora).
Tienen además un menú por 25 euros muy interesante.
En definitiva, pura materia prima tratada con mimo(la crianza de los bueyes da para otro comentario) y un lugar indispensable para carnívoros

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