Comimos la Chuleta poco hecha recomenda, carne madurada a 85€ el kilo, unos pimientos del piquillo confitados 14,50€ y ensalada a 8€, de postre media tabla de quesos nacionales a 18€, todo armonizado con Sidra Zapiain 6€ del País Vasco, muy rica y refrescante que le va de lujo a la carne.

No tienen un menú amplio pero lo que tienen es calidad y de he reconocer que muy buena tanto la carne como lo que comimos.

Nos enseñaron la bodega que está abajo en un sótano, donde guardaba referencias de Rioja muy viejas.

Ambiente familiar, profesional y atento, super limpio y aunque el salón no es muy grande las mesas son amplias, recomendable.

Con estas palabras nos recibió Pedro, el actual dueño, hijo del original Nicolás. Le pillamos departiendo en la puerta con otros clientes cuando llegamos, y como le dijimos que no teníamos reserva nos hizo la aclaración por si no estábamos informados de cómo funcionaba el restaurante. Y es que, en verdad, la carta se compone de media docena de primeros, fundamentalmente para amenizar la espera de la carne, y la chuleta, que puedes acompañar opcionalmente de lechuga y pimientos del piquillo confitados. Nosotros nos decantamos por unos espárragos de Lodosa, pensando que por la temporada serían frescos, aunque finalmente eran en conserva pero excelentes, pura mantequilla en boca.

Cuando dimos cuenta de ellos llegó la chuleta, que primero nos presentó y repartió la esquina entre los dos. Mientras dábamos cuenta de este primer bocado se llevó el resto para mantenerlo caliente al amor de la lumbre, y una vez que hubimos terminado nos trajo y dividió el resto. La carne deliciosa, tierna, jugosa, ligera... Los piquillos confitados excelentes, y la lechuga con un poco de cebolleta y aliñada con limón, que también contribuye a aliviar la rotundidad de la grasa de la chuleta.

Como postre elegimos la tarta de queso de Pepita, sencillamente espectacular. De una textura casi vaporosa, pero un sabor bastante intenso, y,  afortunadamente, sin más acompañamiento que un helado de nata, evitando "corromperla" con siropes, jarabes o mermeladas. Un par de buenos cafés completaron la jornada.

En cuanto a los vinos, la carta es más amplia de lo que debía ser en el pasado, a juzgar por los comentarios anteriores. Habrá del orden de 10 páginas de todo tipo de vinos, con una inflación media razonable. A la entrada disponen de una gran cava climatizada que garantiza su correcta conservación. Como había que conducir después fuimos moderados y pedimos una botella de Roda reserva 2011 de 50 cl, que salió por 17€.

Estuvimos muy agusto, en una jornada tranquila en un comedor que invita al disfrute. Supongo que los fines de semana habrá un ambiente más bullicioso, claro está. El servicio fue en todo momento amable y atento pero sin atosigar. En cuanto al precio final, bajo no es, claro, pero dada la calidad de lo comido me pareció dentro de lo razonable.

La carta más corta que yo recuerde y los productos mejor seleccionados.
Que la brasa esté a tu vista, el maestro parrillero te muestre la pieza de carne en cuanto la pides y luego te la traiga perfectamente cocinada es el mérito de la excelencia de Casa Nicolas.
No hay trampa ni cartón.
La carne es pura manteca, parece como si fuera de un ganado de raza especial y/o con una alimentación especial, tiernísima y con abundante grasa impregnada. Personalmente no es de las que más me haya gustado, pero animo a que la probéis.
El lomo de entrada también jugoso, el bacalao bien, aunque la apariencia no le hiciera justicia, y la cuajada de postre en su ser y perfectamente presentada sobre cuadrante de pizarra, miel en copita, etc.
Algo especial con más de 50 años de historia, y que hay que visitar.

No recuerdo un sitio con una carta tan reducida pero tan especializada como la que te puedes encontrar en Casa Nicolás. Básicamente y como su dueño Pedro Ruiz dice, el segundo únicamente consiste en la "consabida carne", o lo que es lo mismo, un delicioso chuletón que él mismo se encarga de cortar y distribuir entre los comensales, acompañado con una ensalada perfectamente aliñada. Como primeros unos pimientos de pikillo asados, un bacalao con un sutil rebozado (espectacular su sabor), y unas anchoas en aceite con una textura casi cremosa (si lo que comí son anchoas, qué he comido estos últimos años!?). Acabar con un gin-tonic y un puro que te enciende directamente él, es un final espectacular para una velada de lo más agradable. Pedro, un gran anfitrión, se encarga de recibirte y despedirte siempre con un socorrido tema que suele ligar a tu procedencia. No hay carta, más lo que él te dice que suele ser siempre lo mismo. La carta de vinos es mínima y centrada en riojas.