Racial.

Local decorado en consonancia a su espíritu: mobiliario de madera, suelos de barro oscuro, paredes pintadas de blanco y alicatadas a media altura con baldosas marrones, techos con vigas de madera. Al fondo, antecediendo y presentando el gran horno de leña refractario, hay un tejadillo de teja, al igual que en el muro que sirve de separador de los servicios.
Esta decoración junto con lo ajustado de sus dimensiones, configuran una atmósfera cálida, entrañable y bulliciosa.
La regulación térmica no estaba muy lograda y aunque por lo general la temperatura era adecuada, había momentos puntuales pero repetidos en los que hacía mucho calor.

Como su nombre ya nos indicaba, nos encontramos en un Asador, en el se reconocen mutuamente como buenos compañeros de viaje los propios asados y las especialidades conquenses.
Nos centramos en un menú regional, que es a lo que veníamos, que incluía:
---Entrantes: Morteruelo, Gazpacho Pastor, Ajoarriero y Calabacines rellenos.
---Principales: fuentes al centro de Cochinillo y Cordero Lechal.
---Postres: Tarta de Hojaldre.
Elaborados todos ellos con la simpleza y sabiduría propia de la cocina tradicional, sin adornos pero contundentes, estupendos. Si hay que destacar algo optaría por el Gazpacho Pastor (ligado como con una fina tortilla), el Cochinillo (espectacular) y la Tarta de Hojaldre (con crema pastelera en una capa, nata en otra y yema tostada en la superficie).

Regamos este opíparo festín con un Canforrales que, ahí estuvo, manteniendo el tipo ante tamaño contrincante. Acabaron festejando.
La carta de vinos era escueta y sin ningún mimo en el trato. Coperío deficiente.

Servicio ágil y cercano.

Nos levantamos del largo almuerzo complacidos y ahítos.

P.D.: disponen también de un menú infantil (Tortilla de patata, Calamares romana, Croquetas y Costillitas de cordero). El precio que hago constar es el de los adultos, el de los niños fue de 18€/pax.