Valor seguro

Tras muchas recomendaciones y motivados por los comentarios veremeros, decidimos visitar este cuco restaurante de la Playa de Gandía. Con fortuna conseguimos la única mesa para dos que quedaba en el local, pese a jugar esa noche el Valencia-Real Madrid. Local, como se apuntó anteriormente, muy afrancesado. Calidez en la iluminación, la mantelería y los colores y motivos escogidos para la decoración (intuyo cierto fetichismo hacia los ánsares, jeje). En resumen, el entorno correcto, elegante y clásico. Las sillas-sillones cómodas, pero poco prácticas para dejar chaquetas, abrigos o similares. Eché de menos un perchero o un camarero que se ofreciera a guardárnoslas. En cuanto a la cuberteria y la vajilla, estupendas y cambiadas para cada plato escogido. No puedo decir lo mismo de las copas, pues sintiéndolo mucho necesitan mejorar en pos de un mejor disfrute de la bebida (entendiendo por bebida el vino).

No obstante, entrando de lleno en el apartado gastronómico no puedo más que aplaudir el buen hacer de este restaurante. Pedimos un foie de pato muy, muy bueno. Se sirvió en una original vajilla con forma de oca y acompañado de confitura de fresa. A los pocos minutos, ya a temperatura ambiente, obtuvo un sabor y tecturas sublimes. También como entrante una ensalada "Sibarita" muy sabrosa, a base de endivias, montaditos de salmón ahumado y caviar, aguacate, tomate, mezclum de lechugas, zanahoria rallada, soja y un aliño casero delicioso. De segundo, para mi pareja un solomillo al roquefort tierno y bien presentado. La salsa, densa y sabrosa, a la altura de tan exquisita carne. Y un acompañamiento a base de patatas en su punto de sal y verduras horneadas que, sin duda, estuvo increible. La sencillez, a veces, resulta muy efectiva y solvente. Por mi parte y ante la sorpresa de que el afamado rodaballo era para dos personas como mínimo, opté por un buenísimo magret de pato. Sencillamente, hay que probarlo. Me encantó tanto la pieza seleccionada como el ya descrito acompañamiento, así como el potente jugo y sabor. Un 10. Finalmente, de postre una "Tarta dorada" para compartir. Quienes la hayan probado, sabrán que es una delicia. Para los que no, es una tarta tatin "sui generis", algo pesada sinceramente para después de una cena, pero hay que probarla.

A destacar el buen trato por parte de quien, creo, regenta el local. Al pedir un Muga nos salió algo "avinagrado", advertido lo cual se nos cambió la botella por otra -esta vez en su punto- sin rechistar y con mil disculpas de por medio. Puede parecer una banalidad, pero en otros lugares podemos encontrarnos desde miradas que parecen perdonar la vida hasta minutas con, oh sorpresa, las dos botellas (la mala y la buena) cobradas. Es de agradecer la amabilidad del servicio en este aspecto y el esfuerzo por que la velada fuese perfecta. Por lo demás, el trato del vino no fue a mi parecer muy correcto; en ese aspecto -desde las copas, como dije, hasta el servicio en general- deben mejorar.

En resumen, restaurante de carácter clásico con una selección corta, aunque óptima, de platos y vinos. Al ser novato, no puedo opinar aún respecto a la necesidad de renovación de las cartas...Más adelante, seguro que sí. Se trata, como se comenta y como constaté, de un valor seguro que resiste el paso del tiempo en la Playa de Gandía.

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