Ubicado anteriormente en la calle Fábrica, 23 (de ahí su nombre), es uno de los restaurantes de referencia del barrio de Santa Catalina, famoso por la oferta gastronómica numerosa y variada.
Su cambio de ubicación, que ya cumplirá dos años, no significó un cambio ni en la calidad ni en el tipo de producto servido. Ofrecen cocina de mercado muy bien elaborada y presentada, fundamentalmente mediterrànea y internacional. Produtos de buena calidad y bien tratados, guarniciones variadas y interesantes. La carta es variable, cantada, de 4 o 5 primeros y 4 o 5 segundos, más los postres. Las raciones son abundantes.
El servicio del vino es correcto, bien de temperatura y copas aceptables. La carta cuenta con alguna que otra "rareza" interesante.
Es una apuesta segura, yo he repetido varias veces y seguiré haciéndolo. Conviene reservar, sobre todo los fines de semana.
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