La decoración es armoniosa y el ambiente sosegado, aunque no vimos mucho

La decoración es armoniosa y el ambiente sosegado, aunque no vimos mucho porque estuvimos en un estupendo salón privado. El servicio es amable y muy eficaz, los entrantes y los pescados excepcionales (mis salmonetes sin sombra de espinas!), los "dulces-para-acompañar-el-café" deliciosos, la vajilla y cubiertos preciosos, la mantelería estupenda. Pero lo que más me gustó de todo fué el trato, manipulación, servicio y asesoramiento de los vinos. La joven sumiller(a?) realiza una labor impecable, y se le nota el entusiasmo y cariño por el vino. Su próxima carta es de antología. Copas, escanciado y temperaturas perfectos. Un restaurante para amantes del buen vino y del buen condumio. A repetir. Tomamos Enrique Mendoza Pinot Noir del 98 a 14.5€;, y Solanes 99 a 19 ó 20€;.

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