100% auténtico

Entramos despistados a la zona de parking sobre las 2 de la tarde y flipamos bastante. Olía como en casa de la abuela y estaba encendida la radio, ese instrumento en desuso. Pedimos unas cervezas con su tapa para ver si nos quedábamos a comer y menudo pisto el que nos convenció. Lo siguiente no pudo ser más manchego: comidita al sol del otoño sobre un mantel de tela con sus servilletas a juego y el vino de la casa en jarra de barro. Para nosotros genial, aunque el diseño brillase por su ausencia.

El menú consistía en tres entrantes y un plato principal. No sabría decir si eran mejores las croquetas, los duelos y quebrantos con huevos de corral o las migas con melón y uvas. Las carnes, tanto el chuletón de ternera como las chuletillas de lechal, estaban más que correctas.

Con el cinturón del pantalón desabrochado nos tomamos de postre leche frita (arripánpana), queso con membrillo casero e higo confitado con helado. Y aún hubo más, pues el generoso responsable de la casa nos sacó una bizcochada en leche de cabra para caer en la gula definitiva.

Cafés y chupito de la casa. Sobremesa larga para hablar un poquito del vino del local, muy rico y sabroso, acorde con la comida. Lo que me resulta extraño es no saber que este restaurante-granja existía al lado de mi casa y que es uno de los sitios para comer más contundentes de la zona.

Volveremos sin duda.

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