Demasiados palos.

Sitio precioso, a los pies de la muralla, el local, moderno y bien ambientado, el personal muy majo y cordial, a veces demasiado confiado, pero no es algo que me moleste en exceso.

Como queríamos dedicarle un día a la cocina local, optamos por el menú chuletón (19,50€) que ofrecía el restaurante, a base de un primero a elegir, y un kg de chuletón de Ávila a compartir entre dos, y que tenía buena pinta. De entrantes, no pudieron faltar las patatas revolconas, psche, no estaban mal, pero los torreznos estaban más bien gomosos que crujientes, y unas judías de El Barco más que discretas, para continuar, un chuletón de Ávila, eso sí, excelente, y que es lo único que no me hace castigar la comida. Porque fuera de menú para completar la comida de la niña, pedimos una ración de croquetitas variadas (8€), que al final sabían todas a lo mismo (a masa), y que al ser bolitas chiquitinas, el rebozado acababa hartando.

El problema viene cuando, a un menú que podríamos calificar de correcto tirando a digno, empiezas a sumarle extras desorbitados, como 1,80 de tres servicios de mesa, incluídos los dos del menú -que habría que saber que dice Facua de ello- y el de una niña de 2 años, 2,60€ de una caña, 2,90 de un zumo de melocotón, o 3€ de una copa de blanco peleón, que pedimos al sentarnos, o los 15 € de una botella de 7 Navas Roble con la que completar la comida (a lo que habría que recordar qeu es un vino de 5 € en tienda, y qeu es un sitio que se precia de recomendar sus comidas maridadas), ya que sólo incluye una consumición. Al final, la sensación con la que sales no termina de ser grata.

Así que miedo me da a la carta (y más comprobado el plato de carta que probamos), y de menú puede resultar recomendable, si te ajustas a él. Al final 81,97 € de 2 personas y cuarto. Por cierto, que todos los precios que he puesto eran sin IVA.