Grata sorpresa

Acabamos cenando el sábado de casualidad. Se trata de un restaurante pequeñito, quizá algo juntas las mesas y con muy poca luz. La cocina está abierta y todos los camareros son fraceses. Muy amables aunque el ritmo del restaurante es algo lento. Para no ir con prisas.

La comida fue deliciosa. La carta es muy cortita pero tienen una pizarra con muchas sugerencias que imagino irán cambiando según la temporada.

Pedimos unas ostras y una terrina de foie gras como entrantes. Las ostras eran de bretaña y estaban muy buenas y el foie era perfecto.

De segundo pedimos chuletón, cordero y pollo. El cordero era mantequilla, habría estado asando muy lentamente varias horas. El pollo llevaba una salsa teriyaqui y la guarnición de estos platos eran unas verduras al dente con un sabor espectacular. El puré de patatas que acompañaba al chuletón llevaba aceite de trufa y estaba delicioso.

Tomamos un priorat (Les Terrases). En general, la carta de vinos es corta y cara.

De postre probamos el coulant de chocolate con helado de vainilla y mermelada de frambuesa y una crema quemada. Para acompañar una sidra de pera (prescindible).

La verdad es que fue un gran descubrimiento que no esperábamos.

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