La decoración del local con ese aire de los años 40 y 50 resulta atractiva

La decoración del local con ese aire de los años 40 y 50 resulta atractiva, me gusta, tiene su encanto pero hay una clara aglomeración en la mesas. Manteles y servilletas de papel, vajilla y cubertería malillas pero funcionales.
Servicio eficiente pero algo frío(no se cambian los cubiertos entre platos). La carta de vinos es muy corta aunque se puede salir del paso con ella y los precios son correctos (Protos Roble 2005 12 euros). Servicio del vino inexistente, se abre la botella y se deja en la mesa (ni deja ver el corcho ni probar...) aunque el vino salio a temperatura correcta. Las copas estilo balón para todos los vinos.
La cocina es bastante correcta, los platos son suculentos y muy abundantes. Los productos son de calidad y están bien tratados aunque las guarniciones eran las mismas para todos los segundos. El pate casero correcto, ni fu ni fa; calabacín relleno de verduras con salsa de anchoas, bueno; Las costillas a la miel muy buenas, lo mejor; y el pastel de carne muy mejorable, se pasaba de especiado.
La isla flotante no me gusto mucho, la verdad, pero se notan caseros, que no es poco.
Se permite fumar lo que te puede fastidiar un poco la velada como fue nuestro caso.
La relación calidad precio es correcta, sales muy lleno por unos 25/30 euros por persona y no se come mal. A mi no me enamora pero es un local a tener en cuenta si se pulula por la zona

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