Una materia prima ejemplar en un entorno familiar

Nuestra primera visita a este pequeño templo de la gastronomía honesta, y a buen seguro que le seguirán muchas más.
En primer lugar, la situación del Restaurante en la Plaça Subirats de Sant Pau d'Ordal, es idónea: repleta de moreras y plátanos, ofrece una oportunidad muy agradable para tomarte un aperitivo a la sombra, disfrutando del ambiente de este pueblo del Alt Penedès.
Santi y Fidel son unos espléndidos anfitriones, cercanos pero profesionales, con los que entablar conversación es un acto instantáneo (Santi nos habló de lo absurdo de "racanear" en la calidad de las materias primas, cuando no se trata de miles de cubiertos al año...).
Una carta de extensión suficiente, fundamentada en la cocina local y los elementos de temporada, ofrece la posibilidad de variar según la época del año.
Santi nos ofreció la posibilidad de hacer unos medios-primeros seguidos de unos segundos completos, construyendo a medida una especie de menú-degustación sensacional: verduras a la brasa con romesco (de acuerdo, nada exótico, pero esas verduras había que probarlas), lasagna de múrgulas (colmenillas) (ex-cep-cio-nal), ceps (de un tamaño impresionante y una textura como nunca habíamos probado), pargo y foie a la brasa (nada que ver con la parrilla, ya que le extrae gran parte de su contenido graso).
Pero lo mejor fue que el sumilier Jordi (ex-Omm y ex-Àbac) nos construyó el maridaje de cada uno de los platos con acierto pleno. Empezando por un Penedès mineral, siguiendo por un Marquès de Alella Allier (notas a mantequilla en todo su esplendor), a continuación una sorpresa con Els Bassots de Conca de Barberà (biodinámico de Chenin blanc, mucha madera y paladar a fruta madura, decantado). Para los segundos, el pescado con un tinto (Albet i Noya, quizás el único que no nos entusiasmó), y para el foie un Moscatell para variar de los sempiternos Sauternes.
Muy importante: cada botella fue abierta en mesa, y cambio de copas (Riedel) apropiadas para cada tipo de vino. Simplemente perfecto.
De postre un sorbete de limón con albahaca, ideal para aligerar un poco el recital culinario.
Y tras los cafés, una categoría rescatada por este Restaurante e injustamente vilipendiada: los digestivos. Unas Herbes de Montserrat pusieron digno colofón a cuatro horas de celebración (nada que objetar al servicio, sino que fuimos nosotros los que nos "enrollamos", como tenemos costumbre...).

Lo dicho: a recomendar y repetir sin dudar.

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