Una experiencia especial, sin duda. Decoración agradable, marco

Una experiencia especial, sin duda. Decoración agradable, marco incomparable y revoloteo constante del personal, atento y capaz. La comida es extraordinaria en calidad y elaboración; elegimos el menú degustación, uno distinto por persona para probar de todo: ostras que se comen con cáscara, cangrejo real en secuencias, panceta ibérica con berza y lentejas....todo muy rico, pero por destacar algo me quedo con la original y deliciosa manera de presentar el buey, envuelto en patata frita mediante una cocción ensamblada con una especie de salsa de carne que le otorga el color que le da nombre: patata de cobre. Los postres, a los que se llega un poco justito de fuerzas, son tremendos; el rulo gitano con leche merengada y moras resucita a un muerto. El vino, San Vicente, de Eguren, en su línea excepcional de gusto y olfato. Para rebajar, una copita de Lagavulin 16 años y un buen cohiba Robusto, que me dejaron como nuevo para emprender la bajada a San Sebastián en buenas condiciones. Subijana, atento y amable con la clientela habitual y con la que no lo es. La verdad, pasamos un rato muy agradable. Espero con ansiedad la próxima ocasión para romper el cerdito y volver a Akelarre, eso sí, de día...dicen que las vistas a plena luz son espectaculares.

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