Nueva visita a este restaurante.
Antes de ir y a la hora de hacer la reserva via telefónica, pregunté por los distintos menús (que no eran los que figuraban en la web)y los cambios que podiamos realizar.
Esta vez optamos por el menú "Clásicos de Rodero" que incluía también vinos, agua y cafes al precio de 60€. Un menú donde es patente la técnica de este gran cocinero que es Koldo Rodero, sin duda uno de los mejores de España.
A destacar la Merluza con veolute y gel de nécoras, uno de los mejores platos de pescado que he tomado últimamente, que dentro de su apararente simplicidad se esconde una elaboración compleja y llena de matices y la impresionante Fondué de queso stilton e higos. Un postre con una cupula de sorbete de higos relleno de mousse de vainilla y tropezones de higos y bañado por una fondue de queso. El frecor, la suavidad y la dulzura de la cúpula contrastaba la vez que complementaba perfectamente con la fuerza del queso.
El resto de los platos tambien a gran altura.
Noté que la temperatura de algún plato no era la correcta posiblemente debido a que el restaurante estaba a revosar esa noche. Sin embargo el servicio no se resintió en absoluto.
Maridamos los platos con los dos vinos incluídos en el menú, con llenado contínuo de las copas (mejorables y una de ellas con un visible roto en la base)
El aspecto negativo de la noche , sin duda,(penalizo en entorno) fué la desafortunada "perla" de una de las camareras y dueñas del restaurante al final de la cena, diciéndonos textualmente que "en cocina no les habia hecho ninguna gracia que no hubiera pedido el menú degustación" que supuestamente, según ella, encargué por teléfono con algunos platos nuevos que ella me comentó y que habían tenido que tirar a la basura...
La verdad es que no se de donde se sacó esta señora el hecho de que yo pidiera por teléfono el menú degustación, ya que como he dicho al principio solo estuvimos comentando las posibles opciones que habían (entre ellas el menú degustación) y algunos platos que se podían cambiar y que se confirmarían cuando estuvieramos sentados en la mesa.
Ante mi asombro intenté explicarle cual era mi versión de los hechos, poniendo en duda lo que yo le decía e incluso negándolo.
Salimos alucinando del restaurante. Una pena