Cuando vas a un restaurante de este precio, y pretendida categoría, esperas una experiencia diferente y satisfactoria, pero salimos de allí un tanto defraudados.
El servicio casi perfecto: profesional aunque distante y frío. Los camareros son mas amables que el maitre/sumiller/propietario que debería ser el alma mater del negocio cara al público.
La carta de vinos es extensa. Poca atención a los vinos de la tierra. Pude observar que todos los precios están multiplicados por 3 respecto su precio de mercado. Aceptable, es una decisión de negocio, pero poco justificable con referencias cercanas y de amplia distribución.
La primera sorpresa fue cuando me sirvieron una cerveza local de un golpe en una copa de vino...
Quedó completamente desgraciada, sin carbónico ni chispa pero, eso si, con mucha espuma ligera, que al poco rato desapareció. Menos mal que solo malgastaron la mitad de la botella y el resto pude servirmela despacio para poder apreciarla. Muy buena, por cierto, la 1900.
Elegimos el menú degustación de 55€ por persona.
Los aperitivos simpáticos y logrados. Quizá el foie-gras un poco pasado de oporto, pero casero y bien elaborado. Las croquetas de queso, muy crujientes. ¿Quizá porque son muy delgadas? El "perrito caliente"
divertido. Desde luego no esperas ese sabor en textura cremosa. Y el tratar de salmón... Pues eso, que casi no se le coge el sabor porque son raciones ridículas presentadas en un despliegue de vajillería impresionante.
Después sardina de cubo en aceite de oliva (me atrevo a adivinar que de Salazonera Aragonesa...) sobre una fina rodaja de pan seco, que no tostado, y con un liofilizado de aceite de oliva que recomiendan tomar con los dedos (¿?)
A continuación Bogavante con pepino, cebolla caramelizada y unas esferas de colores de almendra, remolacha y algo mas que no recuerdo. El bogavante seco, insípido y de textura acorchada al que el acompañamiento daba algo de gracia.
Arroz con plancton. Color verde sospechosamente subido y vivo (colorante?), sabor marino profundo y textura cremosa. Acompañado con una suerte de pan chino y una bolitas cremosas (de nuevo) poco identificables pero integradas. También había una flor de ajo, que hacía bonito, pero cuyo sabor no concordaba... El arroz, insisto en la tónica, era una ganchada generosa o dos mas pacatas.
De pescado rodaballo con muselina de ajo, esponja de mar y unas pocas (muy pocas) huevas de trucha. El único plato caliente de la noche. Pescado elaborado correctamente y limpio de raspas. La esponja es miga de pan tenida (seguimos con el sospechoso color verde...) sin gracia, pero efectiva en su trabajo de acompañamiento.
La carne. Conejo con curry y perlas de chocolate y ajo (aquí tengo dudas...). Yo creía que el conejo, carne magra y poco jugosa al no tener grasa infiltrada, necesitaba de su jugo de hechura para expresarse. Pues no. Lo sirven seco y lo único que consiguen es que, como a los chicos, se te haga "bola". Esta situación la soluciona parcialmente el curry dulce...
De postre torrija con helado de maracuyá y. Vista la tónica del establecimiento no esperas una rebanada de pan payés untada en leche con canela, rebozada y bañada en azúcar, pero fue el plato con mas cantidad. La torrija demasiado (sospechosamente) cremosa (¿pan de molde? Y de una rebanada cuatro raciones...) Y los helados muy ricos. Ahí si. Buen trabajo de la repostera.
Vamos, que si los tiros de las estrellas Michelin van por ahí, mal...
Una cosa es tener altibajos, que es humano y lógico tan solo contrastando los diferentes gustos del chef y del comensal, pero insisto, y coincido con mi pareja, que muchos colores y poco sabor.
Debemos ser los raros, ya perdonarán, pero hace unos años (y ya con estrellas) en La Prensa se comía muy bien...