Increíble experiencia gastronómica en esta casa de pueblo que encierra un restaurante imprescindible. Cocina regional, de mercado, calidad en el producto y excepcionales los puntos de cocción. Magnífico el blanco y negro de mar (rape y atún) de excelente punto, como lo estaba la carne con rebollones. La guinda la ponen unos entrantes de gran calidad, unos quesos riquísimos y originales y una repostería exquisita.
En cuanto al servicio del vino, simplemente perfecto. ¿Qué más se puede pedir? Cuatro vinos de todo el mundo, a cada cual mejor, copas de calidad, envinadas, explicación de todo lo que bebimos... Y es que sin dudad alguna, lo mejor del local es la sabiduría y la compañía de Pepico.
El restaurante quizás no sea el más cómodo del mundo pero tiene gran encanto.
La verdad es que hacía tiempo que no lo pasaba tan bien y comía y bebía como lo hicimos en Casa Pepico. Gracias a todo el equipo del restaurante.
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