Unos aperitivos y una copita de cava para empezar. Se agradece. De primero, para compartir, unas espardenyes con tripa de bacalao y butifarra negra. Acertado contraste entre la tersura de las espardenyes, el sabroso pil pil de la tripa y los taquitos de butifarra. Muy bueno. De principal queríamos arroz, y optamos por el de cabra de mar y panceta, aunque el camarero nos recomendó el de langosta, que no estaba en la carta. A pesar de que la experiencia me dice que no he de caer en este tipo de tentaciones, al final cedimos y acabamos degustando un excelente arroz caldoso, en su punto, con un sabor intenso a marisco. La sorpresa -aunque no tanta, algo así me esperaba- fue comprobar que la ración de arroz cotizaba a setenta euros. Repito que muy bueno el arroz, pero ni de lejos vale ese precio por muy cara que esté la langosta. Sorbete de cítricos tirando a discreto. Petit fours originales. Buen café y servicio de vino inexistente. Comimos muy bien, pero lo pagamos demasiado caro. Estoy seguro que de haber mantenido nuestra primera opción, el grado de satisfacción hubiera subido muchos enteros.
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