He vuelto a este restaurante. Su calidad se mantiene. Los precios también. Hay más platos vascos y más productos del País Vasco. Hay un esmero en las preparaciones que indican que el paso del tiempo no les trae laureles que les inviten a dormirse. La carta de vinos blancos ha aumentado hasta el punto que no conozco ningún restaurante que tenga tantos y tan variados: 3 txakolís, varios chardonnays, blanco del Penedés, Somontano, Rías Baixas, Burdeos, Alsacia, Borgoña: Chablis, riesling, Gewurztraminer. Los tintos siguen siendo escasos. Una pena. El balance es positivo, como la vez anterior. Lo recomiendo vivamente.