Hasta que no los pruebas no sabes cómo te va a ir. Animado por alguna referencia en los chats de Verema y por el estupendo aspecto de su página web reservé para cenar en este local. Una pena que fuera una pequeña decepción, no tanto por la comida que estaba buena, sino por un sinfín de detalles que para mí cuentan mucho en la experiencia gastronómica.

Está en el Soho, zona animadísima de la ciudad muy cerca de Picadilly. Es pequeño y las mesas están muy juntas. Mantel de papel y servilleta del mismo material, pero de grosor mínimo, menaje estándar. 

Compartimos mi mujer y yo una ensalada de burrata con naranja sanguina ("orange blood", ya lo dicen bien) que estaba rica.

De platos principales yo le tenía ganas a un "Dover Sole" (lenguado de Dover), elaborado a la meuniere. Estaba estupendo, pero mondo y lirondo, sin guarnición alguna.

Ella tomó un medallón de cerdo asado también sabroso.

Elegimos un vino de Burdeos, que llegó a la mesa caliente y abierto en la barra, no pudimos ver el corcho. Les pedí un enfriador, me dijeron que venia de bodega pero así y todo insistí y finalmente trajeron uno que desgraciadamente no cumplió su función.

Las copas muy por debajo de la calidad -y sobre todo el precio-del vino.

El pan y la mantequilla, como en general en todos los sitios que estuvimos, muy buenos.

Me llamó favorablemente la atención una pizarra colgada en una de las paredes con abundante oferta de vinos de Valdespino.

Salimos cada comensal a 79€.

En fin, en un restorán yo lo valoro todo: menaje, decoración, servicio -sobre todo del vino-, precio...y hay veces en que ni siquiera una buena comida consigue que la experiencia sea agradable. Pero si el melón no lo pruebas,...