Una mala experiencia

Vaya por delante que este restaurante y este menú no fue una elección personal sino que fue un obsequio y la persona que me lo hizo no conocìa el restaurante y lo hizo porque otra persona le habia dado la referencia, ya me advirtió que no era un restaurante al uso y algo raro.

Xabi Bonilla un peculiar cocinero que desde que vino a Barcelona desde su Navarra natal ha cocinado en diversos restaurantes, ha dado clases de cocina en varios centros cívicos de Barcelona y ha cocinado ante las cámaras en un programa de una televisión local y ha organizado cenas privadas en su propia casa.

Su para mí mal llamado restaurante no sé como lo definiria, quizás un lugar donde se dan clases de cocina está ubicado en el barrio de Poble Nou en su parte final cercana al Fórum donde se mezclan edificios de viviendas de nueva construcción con otros que tienen ya muchos años.

El  local está en los bajos de un edificio con unas grandes cristaleras desde el techo hasta el suelo sin ningún rótulo exterior que lo identifique, nula intimidad puesto que la exposición a la vista desde el exterior al interior y desde el interior al exterior es total tal como se aprecia en alguna fotografia  con una pequeña isla de cocina en una de las esquinas del local con una placa vitrocerámica, supongo que también un pequeño horno, fregadero y mostrador donde preparar los platos, todos los platos del menú estan preparados con antelación así como las salsas y a la hora del servicio se limita a calentar y emplatar. Un pequeño altillo que debe utilizar a modo de almacén

El local tiene dos mesas con capacidad para dos personas, una mesa corrida donde puede sentarse ocho o diez comensales y una pequeña barra frente a la cocina con capacidad para dos personas, el chef tiene un ayudante que el ochenta por ciento del tiempo que duró la comida se lo pasó lavando platos y cacharros, sirvió alguno de los pases del menú evidenciando su total falta de profesionalidad para este menester. Fuimos los únicos comensales en este servicio, no me extraña. El chef nos dio la explicación de cada uno de los platos.

Su oferta gastronómica son dos menús, el Experiencia con 4 aperitivos, 5 platos y 3 postres con un precio de 90 € y el Santa Rita con 5 platos y dos postres por 75 €, el nuestro fue el Experiencia.

Quiero destacar que ni en el momento de la reserva ni en el momento de sentarnos en la mesa se nos preguntó por si teníamos alguna alergia o intolerancia por lo que tuvimos que comer sí o sí lo que nos iban sirviendo.

Nuestra mesa y sillas de madera pintada en color blanco, sin mantel, servilletas de las que tenia la abuela en casa de lo que llamábamos tergal y estampadas de florecitas, los vasos y copas parecían comprados en Els Encants (parecido al Rastro madrileño) .

En la mesa una jarra cerámica con agua y nos preguntó si queríamos una copa de cava a lo que lógicamente asentimos, nos sirvió media copa en una copa también de las de casa de la abuela cuyo uso no era precisamente para beber cava olvidé hacer la foto, lástima.

Pasemos a los aperitivos

- Piedra de queso Idiazábal

- Pastrami ahumado

- Croqueta de calabaza y confit de pato

- Pimiento del piquillo relleno de paté

Seguimos con

- Sashimi de atún con encurtidos

- Crema de erizos con huevos de codorniz

- Alcachofas, guisantes y habitas con crema de aguacate con chips de tupinambo

- Ravioli de setas de temporada y trufa

- Churrasco de cordero, ración homeopática

Postres

- Texturas de manzana con crema y espuma de naranja

- Espuma de castaña con frutos rojos y galleta de café

- Chocolate con arroz hinchado servido en una enorme sopera

Para beber un vino blanco de la Rioja Alavesa, Tierra (4,50 € en tiendas on line) que nos sirvió sin más preguntas que vino tinto o blanco , ante la falta de servicio del vino tuve que reclamar que dejara la botella en la mesa donde estuvo durante toda la comida sin ningún tipo de elemento enfriador.

Terminamos con un café inbebible, que de haberlo sabido ni lo habríamos pedido puesto que posiblemente estaba hecho con una cafetera “melita” y servido en un vaso de los que los albañiles se tomaban la “barrecha” (cazalla con moscatel) antes de acudir al tajo.

En resumen una tomadura de pelo, una malísima relación calidad precio, un lugar para olvidar, sin más