Gustó el año pasado, así que volvemos a ver la evolución de la cocina porque la parte física del local no ha cambiado aunque un poco la decoración lo que impidió estar todos en la misma mesa alargada, quedando cercanos peor no juntos; seguimos teniendo la fortuna de estar solos lo que nos permite una mayor libertad de charlas y de interacción con la sala y la cocina con las explicaciones de ambos.

Para el inicio unas cervezas y unas botellas de agua sin gas. De nuevo nos ofertan las posibilidades de vinos dentro del precio de menú pactado y elegimos Alvinte 2021 un albariño muy sencillo pero blanquito fresquito y floral que parece ser de lo que se trata. Posteriormente tomamos un tinto de Rioja alvesa: Ostatu crianza 2020 que resultó mejor compañía.

Vienen los pases del menú degustación en una experiencia gastronómica reflejada en una carta impresa que tenemos sobre la mesa y Silvia, la jefa, nos quieren mostrar sus experiencias viajeras (México, Perú, Japón, Thailandia, Turquía, Italia Alemania..) por el mundo fusionando con nuestro origen. Lo preparado:

. almuerzo: antes de emprender el vuelo conviene un "esmorzar" (en su versión) porque seguro que el catering del avión no nos va a gustar. Así que lo primero que nos llega con las cervezas son unas aceitunas un tomate rallado pan tostado y ajoaceite. Todo muy llamativo en su presentación y augura una cena distinta.

. bocadillo crujiente de tortilla de patata con pimiento rojo: curiosa forma de bocadillo. Bien y sorprende.

. esgarraet con mayonesa de ajo negro cebolla morada y pimentón: de nuevo buenas presentaciones y argumentaciones. Como plato también cumplió más que bien.

. pan brioche con fiambre y paté de morcilla con cebolla crujiente y menta fresca; indudablemente es un plato que llena.

. aguacate tomate pico de gallo con ralladura de lima con una sopa: la sopa sustituye a la tortita y el conjunto tiene un perfecto punto de picante y de mezcla de sabores. Platazo.

. escabeche de atún con vinagre de arroz, soja y algo de berenjena el jugo del escabeche con un toque de mandarina: una mezcla de ácidos cítricos diferentes texturas pero no me deja de parecer suma de elementos que están pero np se integran entre sí. Sabores bien.

. cus cus con especias thai: la bolita es el cordero y busca la mezcla de cocina thai y turca. De nuevo son elaboraciones arriesgadas bien trabajadas pero que, en este caso, la visual no se logra y la integración chirría algo.

. confit de pato con pasta italiana con setas sirtaki y portobellus y con un caldo de los huesos del pato. Aquí si tiene más sentido los elementos y se conjuntan mejor. Bien de sabores aunque la pasta que sustituye al arroz quedaba menos impregnada de sabor que lo hubiera hecho el arroz, buen  punto de los elementos, en este caso la pasta, cosa que también ocurría en los otros platos.

. tarta strudel: con pera en lugar de manzana, canela y el helado se versiona a pistachos. Lo cierto es que la pera no da el contrapunto de acidez de la manzana y helado para más en curioso que en más bueno que su clásico. Lo mejor fue la compañía un Moscatel Carmelitano de Benicassim que estaba para beberse un pozal.

Unos cafés e infusiones finales y un rato de conversación completaron la velada.

Faltan algunos datos de los platos pero el ruido de la música de fondo (aunque la bajaron a mi petición) y de la mesa de compañeros cercana no permitieron oir bien las detalladas explicaciones de Silvia a pie de mesa. La verdad es que me parece que hacen un excelente trabajo y preparación de la cena con un trato que nos dispensan que es excelente, pero a los platos les falta un poco de integración, y no siempre hacerlo diferente es hacerlo mejor. Habrá que ver más evolución en el tiempo. Paseando al hotel vimos el local cercano, Izakaya, que lleva su marido con una clara orientación japonesa que también se percibe de base por este local.

Este bistró de Castellón, en la zona centro, con un par de mesas habilitadas como terraza en el exterior y un interior de local tipo tubo pero con algo más de amplitud de lo habitual) con separaciones que forman pequeños espacios separados que se agradecen. Una decoración con maderas y pizarras además de algún sorprendente elemento inesperado que aportan un aire informal y más juvenil al ambiente, así como la música de fondo (algo más alta de lo deseable para escuchar en la distancia las explicaciones de los platos); a la vista los cuadros de recomendación bib gourmand 2020 y 2021 de la guía Michelín. Al otro lado de las mesas se dispone una bonita barra que el frontal sirve de guardabotellas, continuándose con la cocina.

Mesas y sillas amplias, cómodas, nos las dispone en una mesa alargada para compartir manteles tipo correcaminos; buenas copas y cubertería con bajoplato para la cena; vajilla variada y adaptada a los platos. No vi carta de vinos ni de comidas por estar pactados; los vinos fueron: Casar de Burbia godello 2021, un blanco más fácil de lo habitual de esta uva y para tinto el mismo Casar de Burbia mencía 2018 también sencillo y de trago largo; en la previa se repartieron diferentes cervezas, aguas con y sin gas (Benasal, alguna coca cola pero a destacar el vermut tinto casero con buen equilibrio de amargos y dulces con presencia notable de canela que gustó.

El servicio en sala fue muy atento, profesional, con buenas explicaciones de los platos a cargo de Sergio, con un excelente ritmo facilitado desde cocina por estar solos en la sala ya que abrieron especialmente para nosotros. El servicio de vino en copas fue constante y bien llevado.

La parte de cocina se define como fusión con una cocina de planteamiento internacional con producto nacional y por ellos nos trajeron:

. aperitivo: gazpacho de remolacha con 5 pimientas: a pesar de la amenaza de pimientas no hay presencia de picante. Sencillo.

. entrante de tataki calabaza y carpaccio: en plato alargado 3 bocados: en primer lugar la llamada cenicienta por la presencia de una especie de puré de calabaza asada en la base con polvo de aceite y de maíz, pipas de girasol y coronado por un nacho de trigo ; con todo ello consigue, en el mismo bocado, una mezcla de texturas y de sabores dulces y salados en el mismo bocado: El segundo es un tataki de atún con verduras al dente templaditas y una salsa de soja sutílmente en su presencia; aquí lo importante es el producto y así que lo cumple. El último el carpaccio de carne con base de Portobello queso punto de mostaza y dos pequeñas esferificaciones de aceite de guindilla con un punto de picante que aportan sabor sin excesos. Todo en muy alto nivel y buenas presentaciones con sabores y texturas dieferentes. Muy recomendable.

. ceviche nikkei como fusión de cocina japonesa y peruana y con ingredientes asiáticos; por supuesto leche de tigre y también tomate, aguacate, chalote, guacamole y dos tipos de maíz el peruano y el español con una aportación sorprendente con palomitas consiguiendo gran variedad de texturas pero todos los ingredientes acaban conjuntándose bien. La sorpresa vienen cuando no encuentras pescado sino pulpo. Muy bien.

. taco gringo asiático: por el origen del bocado y el de los ingredientes; lleva panceta de cerdo cocinada a baja temperatura, tomate, aguacate, cebolla cortada y ralladura de lima; tiene una rodaja de lima para ir añadiendo a cada bocadito. Muy complicado de comer (solo puede ser con la mano) sin mancharse pero muy sabroso.

. salmón y gambón: se acompañan de praliné de sepia con textura casi crujiente, una buena ración de salmón con el justo paso por el fuego y un gambón XXL en perfecto punto de cocción mínima, jugoso sabroso y ligado todo con una salsa teriyaki. Muy bien.

. magret de pato: tataki de magret de pato laqueado a baja temperatura sobre una base de calabaza al horno con citronela, intensa citronella, con verduras salteadas en aceite de sésamo. Muy bien esa mezcla de dulce, cítricos, pescado... Muy bien.

. prepostre: homenaje al tailandés arroz con leche con coco muy suaves en sus sabores, sobren una base de crema de mango y helado de coco de nuevo mezcla de texturas y sabores y ahora también de temperaturas pero que están bien integrados; comentan la presencia de un picante japonés pero fué tan sutil que no lo encontré; sí noté la presencia de yuzu y su aporte cítrico. Muy bien.

. postre: "browlant": mitad brownie mitad coulant más el clásico helado de vainilla. Un choco final, aunque menos sorprendente, sí es creativo y es un seguro para el último bocado.

Los entrantes tan destacados como difíciles de manejar para comer pero sin duda buen producto y con muy buena mano en la preparación; en los principales añadir que el tamaño de las raciones son de plato principal y no de gastrotapas, con lo que en efecto del menú degustación preparado sobrepasa las expectativas de una cena que alargamos mínimamente con los cafés e infusiones finales sin más aditamentos porque algunos regresaban por carretera a casa.

Merece mucho la pena su cocina.