Conocíamos la de Valladolid, pero no sabíamos que también había en Santander. La encontramos paseando y nos decidimos a quedarnos a cenar.
Amplia terraza. Comedor bastante grande, con un reservado para unas diez personas. Decoración marinera. Servicio amable y profesional. Carta variada con preeminencia de platos tradicionales. Carta de vinos más que correcta, con algunas referencias interesantes. Precios x1,5 aprox. Copas correctas. Servicio consistente en apertura, prueba y primer llenado.
Cena para dos a base de platos para compartir:
- Media ración de ensalada de bonito fresco escabechado (8,90 €) - Menos mal que el camarero nos avisó del tamaño. Muy buena.
- Media ración de croquetas artesanas de jamón (7,50 €) - Cuatro croquetones muy cremosos y sabrosos. Viendo las fotos, creo que nadie duda de que son caseras.
- Boquerones en vinagre (12,90 €) - Textura firme y cargaditos de vinagre, como a mí me gustan.
- Almejas a la sartén (17,50 €) - De buen tamaño. Deliciosas.
Y llegamos al carro de los postres, todos a 5,50 €.
Complicado elegir... Nos decidimos por:
- Flan - Contundente.
- Tarta de chocolate blanco - Estupenda.
Para beber, una botella de agua de 1 l. (2,55 €) y una botella de Castell de Sant Antoni BNGR 2010 (24 €) servido a buena temperatura y con su cubitera. Se nota que no son de espumosos por la zona ;-P
Completo la cuenta el servicio de un buen pan para dos (3 €).
Mención aparte merece el camarero que nos atendió, de los que cuesta encontrarse en estos días. Una auténtica delicia. Atento, afable, servicial, divertido... Casi podríamos decir que tuvimos cena más espectáculo.
Me quedé con las ganas de repetir la noche siguiente...